Llevo en España ya para un mes acá y nunca en las numerosas ocasiones que he vuelto desde que estoy viviendo en el extranjero, incluso de antes de marcharme,  había dispuesto de tanto tiempo libre. Los últimos dos años podía llegar a estar casi dos meses en Suiza en invierno, como quién dice solo con los elementos. Con mucho tiempo en un lugar increíble, pero con un frío del copón con tanta nieve y tantas heladas.

Es la primera vez en mucho tiempo que puedo estar tranquilo con los míos, sabiendo que todo marcha. Descubriendo calles por donde nunca había pasado en la ciudad que me vio crecer, entrando en tiendas donde nunca había entrado y por alguna cosa u otra ponerme a hablar con la gente como si la conociera de toda la vida. Darme una vuelta por el centro sólo por el gusto de ver a la gente pasar. Ir a la playa y disfrutar del sol, simplemente disfrutar del sol. Y andar, andar mucho. ¡Parece el retrato de un pensionista pero así es! Quedar de tanto en tanto con unos y otros, dejar que me cuide la familia con platos ricos, sentir el calor del sol en la espalda mientras tomo el café después de comer (y dale con el sol). Averiguar cosas personalmente que nunca me da tiempo de averiguar cuando vengo por dos semanas. No preocuparme en excesivo por el futuro porque tengo los deberes si no hechos, encarrilados, y si ocurre algo, tengo un capote para torear problemas. Y sobre todo, algo muy a lo Pepe Mújica. No gastar. Queda muy catalán eso, pero es verdad. Claro que gasto, lo que pienso que es necesario, incluso sigo comprando vinilos, tampoco tantos, cenando fuera, pero no todos los días, tomar unas cervecitas por ahí… claro que sí guapi. Pero no aspiro a cosas que precisamente no me dejen respirar en un futuro. Tienes salud, tienes a tu familia, tienes a tus amigos, tu pareja… ¿qué necesitas comprar más para ser feliz?

Conseguir poco a poco, con trabajo por supuesto, ser más dueño de tu tiempo sin sentir  la espada de Damocles sobre tu cabeza todo el tiempo o tan de cerca, hace que te sientas de puta madre.

Los que no tienen nada más que lo que llevan puesto, suelen ser los que te regalan la mejor de las sonrisas, y te dan las mejores lecciones sin saberlo, sin un atisbo de maldad, no hay codicia, no tienen nada. El sentido de la generosidad lo llevan de fábrica y sin instrucciones. Mirad a los cubanos, con tantas fatigas y la sonrisa difícilmente se les borra de la cara. A ver si se nos pega algo.

Cruza los dedos, toca madera.