Cómo conocimos a Roald Dahl

Lola y  sus dos amigas bajaron del tren. Se encontraban en la estación de un pequeño pueblo de la campiña inglesa a 35 millas de Londres. Lola estaba muy nerviosa;

– ¡No está!, ¿Cuando llegará?

Al cabo de dos minutos,  de entre la típica neblina inglesa, podía vislumbrarse a lo lejos un hombre alto, altísimo. De traje impolutamente blanco, a juego con su escaso pero largo cabello plateado. Permanecía quieto, esperando apoyado en su bastón. Esperdándolas. ¡ERA ROALD DAHL!

Lola era mi maestra. Ese debió ser uno de los momentos más emocionantes para ella, una seguidora de la obra de Dahl desde hacía años.  Y esto ocurrió hace 30 años. Esta escena no recuerdo si nos lo contó a viva voz ella o lo leí en uno de los libros divulgativos que ella misma dedicó a la obra del genial escritor galés.

¿Que quién es Roald Dahl? Seguramente habrás visto más de una película basada en un libro suyo. Charlie y la Fábrica de Chocolate, el Superzorro, James y el Melocotón Gigante, Matilda, La Brujas, El Gran Gigante Bonachón… incluso los Gremlins. Todas estas historias fueron llevadas a la gran pantalla, con resultados algo dispares, aunque algunas son muy buenas adaptaciones.

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El mundo grotesco y fantástico de Roald Dahl me lo han vuelto a recordar al leer una reseña del libro «Charlie y la Fábrica de Chocolate» por una chica bastante más joven que un servidor. Ver como  niños y chicos siguen leyendo sus obras con pasión, me retrotraen a esos primeros años en los que  a través de los libros de Dahl, hicieron que se me disparara la imaginación, sabiendo de aquellos personajes estrambóticos, donde los niños son protagonistas de cosas insólitas. Los niños protagonistas de Dahl solían llevar a cuestas una azarosa vida donde los adultos eran muy malos, salvo alguna honrosa excepción. Aún teniendo una vida difícil, se enfrentaban a ella, zambulléndose de pleno en la aventura que les tocaba vivir. Humor negro, ironía y sarcasmo. Si os fijáis bien, Roald Dahl es otro claro ejemplo de lo que hablaba en el post anterior. De cómo los temas que le marcaron, una infancia difícil en escuelas muy severas, donde los adultos atemorizaban a los niños. De ahí vendría la inspiración de los niños protagonistas de sus cuentos, desprotegidos en un mundo hostil. O más adelante, después de la guerra, en sus años como diplomático, como se ganó una fama de galán engatusador de señoras de buena familia. Esto último  me recuerda inevitablemente aquella novela para adultos «Mi Tío Oswald» con un protagonista ambicioso, con una obsesión desmedida por el sexo,  a veces más propio de un adolescente que de un adulto.

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A diferencia de la mayoría de los libros para niños de otros autores, Dahl, no edulcoraba sus personajes, no trataba a los niños como estúpidos, sino como personas menudas que saben razonar por sí mismas, incluso mejor que muchos adultos. Igualmente, muchos de los finales de sus cuentos no eran de; y fueron felices y comieron perdices.  Ahí está el secreto de Roald Dahl para conectar con los niños de tantas generaciones. Mucha imaginación, personajes insólitos y capacidad para la sorpresa del pequeño lector.

La maravillosa medicina de jorge

En «La maravillosa medicina de Jorge» la abuela de Jorge torturaba a su nieto obligándole a comer porquerías, para luego acabar Jorge vengándose matándola después de idear un plan. De lo más heavy que puede leer un niño. En sus primeras obras trabajó con otros ilustradores, hasta que empezó a ilustrar sus cuentos el genial Quentin Blake, que llegó a ilustrar más tarde sus primeros cuentos. Es una de las pocas personas que entraron en la pequeña cabaña situada en el jardín de su casa, donde escribió todos sus libros. Nunca dejaba entrar a nadie, ni a su familia.

Allá por 1986, sino recuerdo mal, Lola, nuestra maestra de primaria, una gran seguidora de toda la obra de Dahl como ya apunté antes, empezó a usar la obra de Dahl para introducirnos en el sano hábito de la lectura. Leíamos libros de todo tipo, pero si había un autor que sobresalía entre todos los demás, ese era Dahl. Toda la clase empezábamos a intercambiarnos sus libros. En parte gracias a que nos los fue descubriendo Lola. Fue entonces cuando decidimos elegirlo a él para hacer un trabajo dedicado a nuestro escritor favorito. Nuestra escuela siempre fue muy dada a todo tipo de actividades donde la creatividad y las manualidades estaban muy presentes en la enseñanza.

Empezamos a pensar y a repartir labores. Lola nos iba guiando y sugiriendo. Una poesía por aquí, un dibujo por allá, un mural enorme del Melocotón de James y el melocotón gigante sobrevolando Nueva York… a mí me tocó, entre otras cosas, dibujar al propio Dahl. Por aquel entonces no existía Internet y no era fácil encontrar imágenes de él. Sólo yo, que yo recuerde lo había visto en un documental dedicado a él que dieron en la TV3, hecho por la BBC. Pasamos muchas horas después de clase, adelantando nuestros trabajos. Un monográfico de cada uno de sus más famosos libros. Una vez terminado, recuerdo que hicieron fotos del trabajo antes de enviarlo, para tener unas imágenes de recuerdo. Lo enviaron a Inglaterra a la dirección que ponían en las editoriales supongo, que luego recibiría  su secretaria. Y nos olvidamos del asunto. A seguir con nuestra rutina  diaria.

Un buen día, no recuerdo bien, Lola nos explicó que había recibido una emocionada carta del mismísimo Roald Dahl. Y así era, nos la leyó traducida. Venía  a decir que su sorpresa fue mayúscula al recibir el trabajo que le habíamos hecho. Tremendous! decía, ¡una obra de arte! Decía que se lo enseñaba a otros profesores,  de Inglaterra, de América… a los periodistas que iban a su casa a visitarlo, a todos. Pero qué caray, dejo por aquí una foto de una copia de la carta, que parece la original, como si fuera un pergamino, desgastada por el tiempo, 31 años guardándola. Los que sepan mejor inglés que yo, y sepan interpretar la letra de un médico, podrán entender mejor qué nos respondió de su puño y letra.

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Dahl tenía fama de uraño, sobre todo con la prensa. Pero en esta carta rebosa  palabras de cariño  y agradecimiento, incluso de emoción.

Después de esa carta, comenzó una correspondencia que se mantuvo hasta la muerte del escritor en 1990. Para entonces ya no teníamos a Lola como profesora, pero ya lo habían hecho. Gracias a ella y a Dahl, nos metieron el gusanillo por leer, por dejarnos sorprender por el maravilloso mundo que encierran los libros. Dahl invitó a Lola a su casa en Great Missenden, la Gipsy House, donde lo conoció a él y a toda su familia. Su mujer Felicity, su hija Tessa… y en fin. Esa es otra historia.

podéis leer aquí uno de los muchos reportajes que le dedicaron el año pasado  por el centenario de su nacimiento. Se me haría interminable si me pusiera hablar de todos sus libros y personajes. Hace más de treinta años atrás, nunca pensamos que nuestro escritor favorito fuera tan inmensamente conocido en el mundo entero, ni que fuera indiscutiblemente el autor más popular de la literatura infantil del siglo XX.

 

Mientras buscaba imágenes para ilustrar este post me he encontrado con este artículo donde aparece la misma carta, la original, y el testimonio de Lola sobre este episodio que acabo de relatar. Aunque erraron con las fechas del encuentro, no fue en el 83, debió ser a finales del 87 o el 88. Pero vaya sorpresón toparme con el artículo.

11 comentarios en “Cómo conocimos a Roald Dahl

    1. Hi Yai. Creo que alguna vez ya había comentado por ahí el porqué me son tan familiares sus historias, me crié con ellas, pero nunca había dejado tantos detalles ni mostrado la carta que tenía por ahí escondida en «la caja de pandora». 🙂

      Son recuerdos felices. Si algún día tengo churumbeles (y el arroz ya se me está requemando) le pienso contar algunos cuentos de Dahl, y el resto que se los lea. 😀

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      1. Si a mi también me queda uno que otro para adultos, ahí los tengo esperándome en el librero 😋 Siempre va a ser de mis autores preferidos, sabe muy bien cómo conquistarte, ya seas niño o adulto! 😊 Saludos

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  1. Gracias por compartir tu historia con este grandioso escritor, concuerdo Dahl tenía letra de médico no entendí mucho salvo algunas palabras XDD, pero como sea todo un honor. Realmente tenías una maestra con todas las letras,que les descubrió una literatura para nada azucarada ni simplona…Dahl entendía los gusto de los niños como pocos, pero yo tuve maestros que de él nada. Lo descubrí sola en la biblioteca y mi primera lectura fue Las Brujas y supe que estaba ante un genio. Saludos 🙂

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    1. Pues sí, hizo un gran trabajo. He tenido buenas maestras pero creo que ella fue la que más vocación tenía en el cada vez más complicado trabajo de educar.

      Apuesto a que aunque los tuviste que descubrir tú sola, sus libros, seguro que fue muy emocionante descubrirlos sin que nadie te influenciara. ¡Las Brujas es tremendo sí!

      Saludos. 🙂

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