Descubriendo Mallorca

Tengo 41 años y hasta ahora no había pisado la isla de Mallorca (aunque sí Menorca). Son cosas que no tienen una razón de peso no haberla visitado. Simplemente nunca me lo plantee. Pero me he redimido de este asunto.  Más de 500 kms hemos hecho en cinco días mal contados.

La hemos visitado a finales a mediados de febrero, cuando se supone que más «fea» está. Nos pillaron más lluvias de la cuenta, los pueblos costeros son pueblos fantasma quedando vacíos los apartamentos. Nadie paseaba por las calles de Cala Ratjada por ejemplo, salvo algún que alemán que otro suelto. Aun así,  viéndola ya no como un catalán o español, sino como como un catalán, español que vive ahora en Alemania. Ahora que sé cómo se vive en Alemania, como son los inviernos, sus horarios, qué hacen en su tiempo libre… comprendo que se vuelvan locos por la isla y sea un idilio que no tiene fin.

El primer día lo primero que me llamó la atención  de Mallorca sin ni siquiera poner los pies en tierra fue lo verde que es. Desde el avión podía apreciarse como de verdes están los campos. Nada más aterrizar y recoger el Fiat 500, perfecto para hacer kms  e intentar ver todo lo posible, visitamos sino recuerdo mal todos estos pueblos, por este orden; Llucmajor, Campos, Santanyí y sus calas, cala Llombards, cala Figuera, Cala Santanyí. Todo esto el primer día. Para luego pasar por Felanitx, Manacor de pasada y llegar a Can Picafort, nuestro campamento base inicial. En los pueblos que visitamos reinaba la calma, sólo algunos alemanes e ingleses visitaban los cafés de los pueblos, muchos de ellos montados a lomos de bicicletas de más de 3000 euros.

El segundo día, lluvioso y con viento racheado, tomamos rumbo a Artà, otro pueblo pintoresco, con su iglesia y fortificación en lo alto de una colina, con sus mallorquines, que es el encanto del pueblo, y con un paisaje, el del este de la isla, espectacular, Campos verdes, flores silvestres nunca vistas en la península, colinas caprichosas. El día estaba cerrado pero era bonito igual. Llegamos a Cala Ratjada, otro clásico entre los alemanes. Todos mis compañeros alemanes del trabajo conocen esa zona, bueno, y casi toda la costa Mallorquina. Cala Ratjada es como muchos pueblos de la costa brava, un sitio único, pero que el turismo ha convertido en algo barato, rompiendo el encanto del lugar, que lo sigue teniendo, pero con los apartamentos en primera línea de mar para los guiris. Con sus tiendas, sus salones de ocio, sus inmobiliarias con anuncios en alemán, sus comidas, postres… en fin. Son demasiados años de invasión alemana, ojalá pongan freno moderado al turismo de colchoneta.

El tercer día fue aún más lluvioso si cabe. Visitamos Petra, un pueblecito situado a 9 kms de Manacor muy sencillo, lleno de campos, tranquilo, con algunos turistas alemanes de algún autobus perdido pero bien, muy bien. Seguía lloviendo a rachas. Después de un pequeño tour en coche por Manacor paramos a comer en el pueblo de Rafael Nadal y pensamos en que la mejor opción eran visitar Les Coves del Drach en un día así. Así que nos fuimos a Porto Cristo, que también estaba desangelado por el fresquito, la lluvia y la ausencia de turistas. Les coves del Drach, dignas de ver con esas caprichosas estalactitas y esa caverna inmensa al final del recorrido. El conciertito de música clásica con los músicos en la barca y el posterior paseo en barca por el mayor manantial de agua salada subterránea del mundo fue meramente anecdótico, pero mereció la pena la visita. Seguimos nuestro camino recorriendo la costa del este, para luego parar en Capdepera, otra bonita localidad, el pueblo más al este de la isla. Paseando por su casco antiguo y los alrededores de su castillo vimos a una pareja de alemanes muy trajeados visitando una vieja casa del centro. Listos con sus carteras y dossiers para comprar una nueva propiedad. Esto es el pan nuestro de cada día en Mallorca al parecer.

Todavía tuvimos tiempo de visitar Muro y Sa Pobla, dos municipios más del interior, más al norte de la isla. Para terminar en Alcúdia. Muy bonito pero de noche y con el frío que hacía no se asomaba ni un alma.

El cuarto día nos lo reservamos para visitar Pollença, uno de los pueblos más bonitos en un paraje único de la isla con las montañas de fondo de la sierra de Tramuntana. Ver los picos nevados desde un pueblo con una vegetación tan verde, con sus palmeras y florecitas… Tuvimos  a Laura, una estupenda guía para enseñarnos su pueblo. Nos explicó las dos fiestas principales del pueblo y la historia del héroe local, Joan Mas . Cada año se representa una batalla entre Joan Mas y Dragut, algo así como los moros y cristianos de Alcoy. Por cierto, fue el pueblo donde comimos mejor y más barato. No había un alemán en el bar, por supuesto. En esas que nos metimos en la sierra de Tramuntana, en busca de los picos nevados. Nos encontrabamos cabritas por los montes, y una vegetación completamente diferente a medida que ibamos tomando altitud por la sierra. Impresionantes vistas, impresionante y serpenteante carretera hasta llegar a Sa Calobra, una de las calas más famosas de la isla. Hicimos fotos a porrillo. En uno los puntos más altos de la sierra, la gente se amontonaba a los lados para jugar con la nieve, poniéndola en los capós de sus coches para llevarlas abajo a modo de trofeo. Empezamos a bajar montaña abajo, la puesta de sol es increíble. Estamos cansados, no pensaba que la isla tuviera una sierra tan impresionante como ésta. Llegamos a Sóller donde llegaríamos a tiempo para dejar nuestras cosas en el nuevo alojamiento, dar una vuelta por el pueblo ya de noche y cenar algo hasta el día siguiente.

El quinto y último día, amanecimos en el centro de Sóller. La chica del hostal nos atendió muy bien, fue muy agradable. El chico que estaba por la mañana también muy correcto. Salimos a dar una vuelta al pueblo. Qué día, que luz. Pusieron el mercado de los sábados. La gente se mezclaba, los lugareños de Sóller y los turistas, en su mayoría alemanes. La iglesia de la plaza principal de Sóller, al menos su fachada modernista es obra de un discípulo de Gaudí, Joan Rubió i Bellver.

Las casas de Sóller, como en Alcúdia, Pollença, Santanyí… tienen mucha personalidad. Da gusto pasearse por los alrededores del pueblo lleno de naranjos y limoneros, todo muy colorido. Probamos el zumo de naranja de allí, famosos por sus naranjas, y después de preguntar aquí y a allá a un buen puñado de lugareños, pude probar La Sullerica, la cerveza autóctona del pueblo. La historia viene de atrás. Tengo un amigo valenciano que colecciona no cervezas, sino copas de cerveza, de todas las partes del mundo. Como no podía ser de otro modo, me encargó que le pillara un vaso de una cervecería que tiene un belga en el interior de la isla. Como no nos cuadraba la visita a esa cervecería, porque había mucho que visitar, pregunté por esta otra copa de la cerveza local de Sóller. La tenían en una terraza de la plaza del pueblo, fantástico. La cerveza estaba rica y el vaso nos lo regalaron por interesarnos por las cosas del pueblo.

Seguimos nuestro camino para visitar el puerto de Sóller, más encarado  a los turistas, pero bonito también, y luego nos vamos en dirección  a Deià y Valldemossa. Dos pueblos con encanto al oeste de la isla, con una vegetación muy diferente al este de la isla. Valldemossa en especial estaba repleta de alemanes, y eso que era febrero, no quiero pensar como debe ser en temporada alta.

La siguiente y última parada fue en Palma de Mallorca, visita rápida también. Lo que da visitar el puerto, la catedral, las calles del casco antiguo, comer y tomar unos cafés. Para luego hacer una visita relámpago a el El Arenal, donde se aglutinan todos los alemanes, pegadito al aeropuerto. Sol y playa, discotecas y ya. Tremendo.

Lo que más me sorprendió de la visita fue que los comerciantes, muchos de ellos al menos, hablan en un spanglish con los alemanes, ni alemán ni nada. Y que los alemanes, una gran mayoría, igual. Repiten sus vacaciones en Mallorca y no saben decir más que Due Capuccino…. por favor. Como diría Dani Macaco. Inkomunikaos. En fin, compramos la ensaimada mallorquina de rigor y pa casa.

Volveremos.

 

 

 

 

 

 

 

 

pd: Próxima entrada: Ruta por Francia.

10 comentarios en “Descubriendo Mallorca

  1. Lindísimo, qué fotonas. No he estado por allí, pero por lo que sé, las islas pequeñas tienen un encanto mágico. Y ya los autóctonos ni te cuento 😜☘️ Un saludito, y ahora a disfrutar el siguiente destino. Cuento con la reseña pertinente del país vecino.

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  2. Sisi, hay mucho por ver, yo sólo conocía Menorca, más tranquilita y pequeña. El viaje por Francia fue hace nada camino de vuelta donde hicimos algunas paradas, una ruta diferente a la que suelo hacer. Me tengo que poner al día!

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    1. Hola Montse! Ahora solecito, solecito si que hay, lo que hace es un frío que pela! dentro de casita es la única forma en la que puedes disfrutar del sol. Qué remedio. :s

      Un abrazo.

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  3. Hola Burdon, cuánto me alegro de tu viaje y que lo hayas disfrutado tanto, a pesar de la invasión alemana XD. Las fotos son preciosas, tengo una tía viviendo allá y lo único que me envía son fotos de campos sembrados y vacas…yo vivo en un pueblo rural ni falta que hace que me muestre vacas extranjeras XDD…asique gracias porque he visto más de Mallorca gracias a ti. Saludos, nos leemos 🙂

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    1. Qué ingrata eres. Encima que tu tía se acuerda de ti y te envía fotos de vacas mallorquinas y le quitas valor a su acción. XD

      Viajar a sitios nuevos siempre es excitante, tenía que gustarme sí o sí. 🙂

      Nos leemos. Gracias por pasarte y leer con buenos ojos.

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  4. Hola David. Por cómo cuentas el viaje, incluso a mi, que soy y vivo en Mallorca, no me lo perdería. Cinco días muy bien aprovechados. Me alegro de que la isla te haya gustado. Te invito a visitar mi post de postales. Seguro te traerán buenos recuerdos. Ojalá puedas volver y paasarlo igual de bien o más. Saludos.

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  5. Hola Francisco, gracias por tus palabras. Seguro que visitaré en una nueva ocasión la isla, espero que con mejor tiempo eso sí. Ya estuve echando un vistazo a tus diseños, están muy bien.

    Saludos.

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