Hay algo que los españoles deberían saber sobre cómo nos ven los extranjeros. Para ellos gritamos, gritamos y mucho. Somos gritones, escandalosos, incluso estresantes. Hablamos y no paramos si pillamos carrerilla. Cuando subo el tono hablando, lo hago sin darme cuenta. Es entonces cuando mi pareja me dice «leeeise. Sprich leise bitte», habla bajo por favor, me dice. Y así siempre. Es entonces, cuando hago mi ya célebre imitación de un señor que conocimos en un ferry, camino de vuelta a Barcelona. Un camionero que tuvo un incidente debido a su voz pasada de decibelios.
Octubre del 2018,
Volvíamos a casa embarcados en el ferry de Balearia que partía desde el Puerto de Alcudia hasta Barcelona. Nuestra aventura mallorquina había llegado a su fin, disfrutamos la isla a tope todos aquellos meses, pero era hora de volver. Ya no a la península, sino a Alemania. Un drástico cambio de planes. Me mojé por completo durante el viaje en moto desde Sineu, mi pueblo adoptivo todo aquel tiempo, hasta el Puerto de Alcudia. Tenía en la isla mi coche y la moto. Para volver con todo necesitaba la ayuda de Simone. Malditas tormentas torrenciales… pero bueno, que me desvío del tema.
Por fin embarcamos el coche y la moto y nos dispusimos a pedir algo de comer en el buffet del ferry. Comer en un ferry cuando hay marejada o marejadilla… qué sé yo, un oleaje del copón, puede ser toda una experiencia si llevas la bandeja con tu comida zigzagueando a lo Moonwalker. Hacía media hora que nos despedimos de la isla mirando atrás el Cap de Formentor, y ya estábamos hincando el diente a el pollo con patatas que nos habíamos pedido. Todo ello sin quitarle el ojo a las bebidas no fuera a ser que rodaran por el suelo.
- ¿Qué pasa jefe?, ¿es que no se puede hablar o qué?
Le espetó un rudo camionero de unos dos metros de altura a un señor mayor que comía con su mujer, los dos cabizbajos en la mesa de al lado. Por lo visto el señor de al lado le reprendió pidiéndole que bajara la voz, que no podían comer en paz. Tremendo. Un camionero español de dos metros de altura, a todas luces temperamental, reprendido por un señor mayor. Aquí va haber follón, fijo.
- ¿¿Quiere meterse usted en lo suyo?? , ¡siga comiendo! y… shhhht, ¡se calla usted!
- Tranquilo Manolo, no te pongas así. Le apaciguaba su compañero de mesa.
- ¡Ni Manolo ni Manola! ¡que a mi no me manda callar nadie, y menos el tipo este! Vamos…
Y así un buen rato. El señor sólo interactuó con él dos veces, en voz baja, pero nuestro amigo camionero iba subiendo el tono de voz cada vez más fuerte, atrayendo la atención a todos los presentes en el salón del restaurante. Realmente el tal Manolo imponía. Hasta que un compañero camionero también entró en escena y le replicó al tal Manolo.
- ¿Quieres dejar de gritar?, que no podemos comer nadie en paz con tus gritos, déjalo ya. Le espetó el compañero con voz normal, pero firme.
- Ten cuidao, ten cuidao… tú no te metas. ¡A ver si no voy a poder hablar con mi amigo tranquilamente!
- Yo sólo te digo que pares ya, que llevas media hora dale que dale y que no es forma de hablarle a estos señores…
Manolo empezó echar humo por las orejas, se encendió. Tiró la servilleta en el plato y se levantó formando un estruendo más propio de un elefante herido. Nos acojonamos todos. Se fue hacia él, lo señaló, lo amenazó invitándolo a ajustar cuentas fuera del barco…Volvió a sentarse y siguió con la cantinela. Hasta que llegó un oficial del barco alertado por las camareras. Por fin una autoridad que le bajase los humos en seco.
El oficial vino a poner paz, casi como un descendiente de Gandhi, con mucho amor y tacto. Le dijo que estaba asustando a la gente. Y ahí es donde soltó Manolo su acérrima defensa ante el motivo por el que todos le estaban reprendiendo…
- Es que, es que… ¡es mi voz! ¿¿qué hago?? Vociferó llevándose las manos a la tráquea para luego dejarlas caer golpeando la mesa estrepitosamente en repetidas ocasiones. El elefante barruntaba con desesperación. No entendía el motivo del agravio cuando, a su entender, el agraviado era él.
Pasados unos minutos el oficial se marchó, el tal Manolo había asentido a todo lo que le decía el oficial cual corderito, bajo la amenaza de arresto en su camarote si no se comportaba.
Para entonces el pollo, no el que montó el tal Manolo, el mío, ya estaba más que frío. Pero acababa de grabar a fuego desde ese momento en mi dudosa memoria selectiva, a ese tipo y su frustración por no saber hablar más flojito. ¡Todos somos Manolo!
Que vergüenza 🤣😂 pero los hay peores e? 🤣😂
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Tenías que haberlo visto, era una escena como de película, más divertido que ver una peli! xD
Siempre se puede encontrar alguien peor…. siempre. 😛
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Si nosotros sabemos que somos escandalosos 😂🤷🏻 xo normalmente allí donde vamos gustamos 🤷🏻 xo también somos de los que decimos mira, esos italianos, no pueden hablar más bajo? Mira los japos… que ruidosos 🤣😂
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También, también, solemos caer bien pero nos tildan de algo ruidosos sí. Pero nosotros pensamos lo mismo de los italianos, exacto! Pero los japoneses? 🤔 Creo que son más gritones los tailandeses por ejemplo, no? A chillo pelao!
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