Hará unos veinte años, me dio por escuchar la pieza de Scherezade de Nikolai Rimsky Korsakov. En esta pieza clásica, la música que va in crescendo, el maravilloso violín que te hace volar hasta las mil y una noches.
Para tener 26 años no era lo habitual escuchar una suite sinfónica como ésta, lo habitual era escuchar grunge o a los Beastie Boys. Hoy parece que las mil y una noches pasaron, estreno gafas para leer, mis primeras gafas, algo ajeno a mí hasta el día de hoy, y vuelvo a escuchar la misma pieza, siendo algo más viejo, algo que a menudo se me pasa por alto, del paso del tiempo, pero la música sigue ahí. Igual de bella, igual de evocadora.
