¿Acorralado o perdido?

Vuelvo a este diario que no es diaro, a esta bitácora de notas sobre el rumbo y los acontecimientos, a este blog vaya, para contar cosas por aquí para mí, para ti, lector que lees en silencio, para aquel que lo quiera leer. Un dolor de riñones considerable y traicionero me ha hecho postrarme en el sofá y no moverme más hasta nueva orden. Se acabó por el momento tanta fiesta y tanto viajecito por aquí y por allá. Sea como fuere, aquí ando de nuevo.

Entre Na Clara y Escaló

Hace una semana más o menos me medio perdí en una zona de la costa este de Mallorca, en Betlem, en busca de la cala «Es caló». Me metí campo a través, sin sendero ni nada, que poco a poco se fue espesando, con arbustos con pinchos y perdiendo la visibilidad por momentos. Todo por encontrar la cala perfecta, algo que no encontré. Las pasé putas para salir de allí. Mientras tanto iba sacando fotos del paisaje salvaje de la costa. Tal vez si hubiera muerto en el intento de salir de allí, al encontrarme magullado por las espinas de los arbustos, al menos habrían encontrado un buen puñado de buenas fotos. Morir con vistas. En aquel momento pensé en porqué no llevaba en la mochila un machete, como Michael Douglas en la peli de «Tras el corazón verde». Podría salvarme a mí y ya de paso a una dama en apuros…

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Las aguas de Na Clara.
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El camino hasta cala es Caló.
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Vistas desde Na Clara.
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La foto que hice en mitad del campo de arbustos, perdido en Mallorca, en toda regla.

 

El caso es que después de sudar la gota gorda, conseguí salir de allí y juré y perjuré que nunca más me saldría de una vereda. Al menos no en pantalones cortos.

Perdido en el Rothorn

Hará algo más de dos años me pasó algo parecido, pero en los Alpes Suizos, donde viví 5 años. Un fin de semana de estos que no tienes ganas de quedar con nadie, sin saber qué hacer, porque cualquier cosa es cara por allí, decidí hacer «una pequeña excursión», en busca del Rothorn, el pico más cercano desde el pueblo donde vivía, en Brienz, uno de los pueblos más turísticos y espectaculares de Suiza. Cogí mi mochila, mi cámara buena, una barrita de chocolate, una chaqueta y au, a subir montaña arriba. El Rothorn, tiene más de 2300 mts de altura, de ahí que me llevara la chaqueta aunque fuera verano.

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Durante la ascensión al Rothorn, seguí las vías del tren a vapor que sube hasta la cumbre.

Empecé a subir la montaña, tiré fotos a porrillo, cada vez más espectaculares. Hasta que llegué a un punto donde la nieve hacía acto de presencia, nieve en verano, en los picos. Ahí fue donde me salí de los caminos y veredas e intenté coronar el Rothorn campo a través. Craso error. La pendiente se iba haciendo más grande a cada paso que daba, pero no me daba cuenta. Cuando llegué a  un punto excesivo para seguir subiendo con esa pendiente, era demasiado tarde. Si mirabas abajo podías ver el lago de Brienz, a lo lejos, y una pendiente de vértigo que si no te agarrabas bien, salías rodando como una croqueta y no parabas hasta llegar al fondo del valle. Ese momento de desesperación de saber que la habías cagado. Que de intentar seguir más arriba, corrías el riesgo de empeorarlo todo porque no sabías que habría más allá, y que volver era demasiado peligroso para hacerlo si no reptabas montaña abajo cual serpiente.

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Este fue el punto de retorno de mi intento de ascensión a la cumbre.

En ese momento de desesperación, levanté la mirada del suelo y vi a un steinbock, una cabra de los alpes mirarme fijamente. La vi tan cerca, tan puesta para la foto, que me apresuré a sacar la cámara para hacerle una instantánea. Cuando volví a levantar la mirada me encontré que tras ella se encontraba una manada de unos 30 o 40 steinbocks  corriendo por esas pendientes de las que yo era incapaz de dar un paso más. Hice muchas fotos, pensando igual que lo que me pasó recientemente en Mallorca, al menos haría unas buenas fotos de ese momento tan especial.

La vuelta, fue pesada, pendiente abajo, despacito, como la canción de Luis Fonsi, casi reptando por la tierra para no tropezarme y caer montaña abajo. Me pegué una pateada de muy señor mío. Desde entonces nunca más subestimé las montañas suizas.

Casos aislados

Otros casos de desorientaciones y acorralamientos han sido en el parking de Plaça Catalunya de Barcelona, mucho más urbanita. Buscando mi coche por la noche con Ivonne y no encontrarlo hasta pasadas las 3 de la madrugada. Habían cerrado el paso a una de las plantas del famoso parking. Otro momento de perdida total fue en Toledo, esta vez con mi familia, cuando era un niño. Mi padre dejó el coche en alguna de las muchísimas callejuelas de la ciudad amurallada y no sabíamos encontrarlo de nuevo.  Esa fue mi primera experiencia con el mundo de las desorientaciones,  y de lo frustrante que es no poder poner fin a la situación como tú quisieras.

De todo esto de la sensación de salirse del camino y perderse por un momento, de perder el control por momentos de la situación, podemos hacer una metáfora muy maja. Mi único consejo es; respira hondo y sigue.

 

 

 

2 comentarios en “¿Acorralado o perdido?

  1. Buen consejo, Burdon 😉. Aunque es algo temerario, precisamente por luego no saber regresar, también tiene su punto explorar fuera de los caminos, sobre todo después de superar esos micromomentos de angustia por verte perdido en un sitio.

    Qué impresionante ver a los animales en manada por donde les cuadre estar 🦌🍀. Abrazo!

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