La vida es un tango, y hay que saber bailarlo

Hace apenas unas horas acabo de ver un concierto de tango a cargo de Raúl Jaurena, un reconocido bandeonista uruguayo (un bandeón es como un acordeón, pero más pequeño). Tocaba con dos músicos alemanes, un pianista y otro compañero al violonchelo. Y una cantante venezolana, que cantaba tangos, que de eso iba el concierto en cuestión. Lo celebraron en la iglesia protestante de mi pueblo y fui de carambola, por esto de que uno se apunta a algo gratis. Los músicos muy bien, el piano, el violonchelo, la cantante, muy de musical, pero con muy buena voz… a veces se perdían el pianista y el del chelo haciendo algo de jazz, pero el que brillaba cuando tocaba era el señor Jaurena, de78 años, toda una vida de tango a sus espaldas, su verdadera pasión, como bien explica en el vídeo que dejo al final de este post.

Realmente, sin saber antes nada de este señor, me pareció un maestro, nunca había visto a nadie tocar así el bandeón. Efectivamente, busco un poco de información de este músico y resulta que es todo un maestro, un referente en el tango. Lo más curioso es que recalara en mi pueblo que está lejos de las grandes urbes.

Uno es un profano en esto del tango, pero gracias a este señor, me entero que «La Cumparsita», probablemente la pieza de tango más conocida en el mundo entero, es uruguaya, no argentina. El tango salió del Río de la Plata, a  un lado y otro de la bahía, entre Buenos Aires y Montevideo. 

Raúl hablaba en inglés, pero de forma pausada, relajada, tal y como tenía entendido que hablan los uruguayos. Una vez, un uruguayo me mostró la forma de hablar de los argentinos frente a los de su país, y sí, las diferencias son notables.

Luis Rivero, explica aquí, el origen del dicho «La vida es un tango». Dejo aquí un extracto, a mi parecer bastante acertado, de a qué se refiere este dicho popular.

«La vida es un tango, y el que no lo baila es un machango». Con este aserto aforístico se viene a decir que en cierto modo todos estamos a merced del destino. Dicho en otras palabras, que «la vida da muchas vueltas» y nunca se sabe lo que nos puede deparar. Así las cosas, mejor tomársela como viene, ver lo bueno que hay en ella y jugar la partida que nos corresponde ante las vicisitudes que debemos afrontar, capeando las dificultades como mejor podamos. El dicho es cómplice de una filosofía vital o un modo de ver las cosas bien simple: si no podemos cambiar lo que el destino nos tiene reservado, porque lo desconocemos, hay que vivir la vida lo mejor que se pueda, pues lo contrario sería de necios. 

 

 

Y aquí uno de mis tangos preferidos, muy recurrente, pero tan, tan brillante que no pasa de moda, nunca. Cambalache, de Enrique Santos Discépolo.

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