La torre de Babel: El alemán

Ayer me ocurrió algo que hacía tiempo que no me pasaba.

Estaba en uno de esos grandes bazares que hay repartidos por toda Alemania, los bazares de la cadena Tedi. Mi gran compra era un paquete de tres pilas de estas con forma de botón, para según qué aparatos, como mandos o básculas son necesarias. Perfecto, tres por un euro, me lo llevo. Me dirijo a la caja para pagar y la señora me mira y me dice que de dónde he cogido el paquete, todo esto con cara seria. Le digo que de por allí, que no me acuerdo bien del pasillo, hay tantos… me dice que estas son finas, y le digo, ¿qué más da? Pero insiste en que le diga donde las cogí. Me acompaña y le muestro donde las cogí. Le vuelvo a decir que dónde está el problema, están bien para mí. Y ahí es donde me pregunta si hablo inglés. Me cabreo. Viene mi novia extrañada y la señora le explica la situación. Que hay otras pilas, del mismo tamaño pero más gordas, que no todas son iguales. Quería asegurarse que tuviera en cuenta que no todas me iban a valer, que lo tuviera en cuenta. No le pillé ese detalle. Mierda.

Entendía el 90 % de lo que me estaba diciendo menos el detalle de que habían unas finas, y unas más gordas. No presté la atención necesaria. Y ahí aparece la confusión y la incomunicación. Es frustrante saber que no llegas a dominar nunca un idioma que no es el tuyo, en este caso por falta de atención mía a lo que me estaba diciendo, pero hay tantos códigos no escritos, tonos, códigos diferentes en el sentido del humor, por ejemplo, que te distancian tanto, a veces, el uno del otro. Se acepta, pero jode.

Esto de hablar en diferentes idiomas en cada país, o casi, es como la Torre de Babel, condenados a no entenderse los unos a los otros,  a sentirse extraños cuando no lo somos tanto. A pocos días de marcharme del país, y después de nueve años fuera y todavía con la certeza que me queda mucho para dominar el idioma.

Me acuerdo hará nueve años, recién llegado a Suiza, en la parte francesa, cuando compraba en el súper, en un Aldi, sin saber todavía una palabra de francés, es un decir, prácticamente nada. Me había mudado al país helvético con un serio déficit de comprensión lingüística, y ahí estaba, haciendo la compra. Al poner los artículos en la cinta de la caja se me abrió la caja de cartón de la docena de huevos y formé un Cristo. La cajera se dirigió a mí en alemán. Ni papa, me puse nervioso, le dije hablando en mi idioma y gesticulando con las manos cual mimo profesional que le pagaba la caja estropeada. Me dijo algo incomprensible en aquel momento. Me encogí de hombros. Una mujer que estaba a mi lado me empezó a preguntar si hablaba inglés. – No. ¿Francés? – No… ¿Italiano? no… No acerté a sacarla de dudas y decirle que hablaba español. El mal rato por querer entender y solucionar la situación no me lo quitaba nadie. Poco después, la misma chica de la caja fue hacia la estantería donde estaban los huevos y los pasó por la caja. Sólo me quería decir que no me preocupara y que podía coger otros. Esa impotencia por no poder entender ni comunicarte, esa posición de vulnerabilidad no se me olvida y reforzó más si cabe mi empatía por los extranjeros, aquella gente que vive fuera de su hogar, donde en la mayoría de los casos no domina el idioma ni las costumbres del país al que emigra y se siente en demasiadas ocasiones como con las manos atadas, o la boca tapada con una cinta de celofán.

Después de nueve años, algo he aprendido de alemán, mucho menos de lo que quisiera eso sí, mea culpa. Igual con el francés y el portugués e italiano, que los comprendo bastante más de lo que los hablo. Nivel turista advance, que ya es bastante.

He conocido gracias al alemán y el francés y otros idiomas a gente de Irán, de Siria, Irak, Turquía, Pakistán… Albaneses, tunecinos, rusos, macedonios, austriacos, belgas, holandeses… que de otra manera nunca habría conocido sus historias si no fuera por haberme empapado y abierto a otros idiomas. Y aunque a veces me sigan ocurriendo estos lapsus, esas pequeñas confusiones, me doy cuenta que salvo algunas costumbres muy de cada tierra, sentimos y anhelamos cosas parecidas.

En fin, la cosa da para un libro. Ni que fuera al menos para que no se me olvide lo vivido.

2 comentarios en “La torre de Babel: El alemán

  1. Te apoyamos en lo del libro 👌. Nos partimos con lo de nivel turista advance 🤣🤣 muy bueno y un nivel que deberían aprobar en la escuela de idiomas 🤣🤣 tal vez deberíamos juntar todos los idiomas y hacer uno con el que poder entendernos 🤷🏻‍♂️

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    1. Según cuenta la historia de la Torre de Babel, antes era así, todos se entendían con un mismo idioma, pero los Dioses castigaron al hombre precisamente con eso, creando los distintos idiomas, haciendo más complicado comunicarnos los unos con los otros. En todo caso, yo os recomendaría aprender un idioma que visto lo visto, es el idioma del futuro. Ni inglés, ni alemán, ni español ni árabe… el chino! xD

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