Siguiendo con el mono tema de la crisis bacteriológica, del innombrable, me animo a destacar un detalle que estamos sufriendo un pueblo, el español, que se caracteriza por lo que ya adivinarán ustedes, por tocarse.
Contacto con tacto
El contacto entre las personas se está evitando al máximo estos días. Como soy algo melómano me viene a la mente el estribillo de Radio Futura del «No tocarte», o uno de los clásicos de The Doors, «Touch me». Vamos que ente unos y otros no se aclaran si tocar o no tocar.
Para los pueblos del norte, no supone un gran problema, no son muy dados a tocarse. Suelen hacerse unos amagos de abrazos para saludarse, incluso siendo grandes amigos o familia, besos en Alemania pocos. En cambio en Suiza tres en las mejillas. Ni una ni dos, sino tres. Más de una vez, sobre todo al principio, he querido plantar un par de besos a una chica alemana o suiza y la he roto los esquemas sin saber ellas qué hacer. Pensarían; – la mano, la mano… O una simple palmada en el hombro en el trabajo de un compañero. El contacto no es invasor de tu espacio (vale, si eres un paranoico sí), pero por lo general es una muestra de confianza con el otro, un vinculo no forzado, sino de lo más natural. Que te agarren del brazo para contarte algo, pasar el brazo tú por el hombro, o un abrazo porque sí. Esto ha pasado a la historia, al menos por un tiempo indefinido.
El día que esto pase tendremos mono de que nos toquen, de tocar y abrazar, de besar. Recuerdo con cariño los besos de mis abuelas, que al vernos sólo un par de veces al año, las veces que podíamos ir a visitarlas puesto que vivíamos, y vivimos vaya, en la otra punta del país, al vernos bajar del coche, medio somnolientos, desorientados…se nos acercaban y nos daban esos besos metralleta en las mejillas, esas que suelen hacer las abuelas. Besos para recuperar el tiempo perdido. Eso pasará cuando acabe todo esto.
Afrontando el aislamiento
Como esto del confinamiento va para largo, he empezado a aprender trucos de magia para todo aquel que se quiera dejar impresionar. También pintaré mi comedor, que afortunadamente tengo pintura suficiente, e intentaré hacerme unas rutinas dentro de casa y evitar en la medida de lo posible tragarme tantas noticias y cosas que no me ayudan a pasar este confinamiento en paz.
Últimamente hablo con mis plantas. Tengo tres geranios, y a los tres les susurro y les pico para que se espabilen y saquen más y más flores. Les digo;
– Oye tú, que las otras te están pisando los talones, ponte las pilas que van a florecer antes que tú.
Y así igual con todas. Tengo también una planta del dinero. La llaman así porque supuestamente atrae la fortuna, en este caso económica. Pero que vaya, aquí servidor como siempre, ni fu ni fa. Ha sobrevivido a casi una década en semi abandono, la cual regaban cuando podían o se acordaban mi hermana y mi madre cuando pasaban por aquí. Hoy en día está radiante. Si resistió ella una década, ¿cómo no vamos a resistir nosotros un par de meses?
Que no pare la música
Os dejo, una pildorita musical de un señor que estoy descubriendo ahora, John Martyn. Amigo de intimo Nick Drake, un tipo con una sensibilidad para componer única, pero propenso a complejos estados depresivos. Prohibido escucharlo estos días a Drake, ¿eh? Siguiendo con lo que comentaba de Martyn, dejó una discografía muy pero que muy interesante. El motivo de descubrirlo ahora es al enterarme que el tema de Cabeza y Corazón de Tam Tam Go, es una espléndida versión adaptada al español del Head and Heart de John Martyn. Canelita fina. A falta de besos y abrazos, me remito a esta canción. Cuídense.
Love me with your head and heart…
Quiéreme con la cabeza, quiéreme de corazón…
A nosotros las plantas del dinero no se nos dan. Jajaja tenemos un montonazo pero esas… nada!!!
Me gustaMe gusta
Pero qué dices! Si esas plantas son durísimas!
Claro, como estáis más tiempo fuera que en casa con sus ñus, los leones etc.. normal que se pongan pachuchas. 😄
Me gustaMe gusta