Ayer vi «El hombre tranquilo» de John Ford en pantalla grande, en la pared de mi casa vaya, porque tal y como está el patio… Hacía tanto tiempo que no la veía, que se me habían olvidado un montón de detalles de la película. Detalles que a medida que pasa el tiempo cobran más sentido. La vuelta de Sean Thornton (John Wayne) al hogar que le vio nacer en la campiña irlandesa, en el inolvidable pueblo de Innisfree. Thornton vuelve con muchas experiencias vividas, no es de allí ni de allá, es simplemente una persona en busca de un poco de paz, donde el dinero no prime en la vida de la gente. Una tarea algo complicada, y más ahora en los tiempos que corren.
Esa sensación de ir y volver, de ser nuevo en un sitio la he vivido varias veces. Me han tomado por muchas cosas; por un tipo metido en una secta por ejemplo, por un sirio malechor, como lo oyen. También por excéntrico, por hacer cosas que los lugareños no habían visto en su vida… y lo que no sabían, se lo inventaban, que para eso tienen imaginación y la lengua muy larga. ¡Ah! ¡los pueblos!, cómo unen y qué arma de doble filo puede ser esa cercanía y proximidad si no adoptas una buena defensa, como la de John Wayne interpretando al boxeador que no quería pelear.

Lo cierto es que cuando llegas de nuevo a una pequeña localidad, eres el objetivo de todas las miradas, mientras observas todo y a todos desde la barrera, ajeno a los comentarios en petit comité, expectante. También te fijas en cosas que antes no le habrías prestado atención o el valor suficiente, como una buena lumbre en la chimenea mientras el viento silva fuera. El florecer de las rosas asilvestradas, admirar como se levanta la neblina y se disipa a medida que el sol se asoma y nos dice hola a todos con sus primeros rayos de sol. El trinar de los pájaros en busca de un charco donde remojar sus diminutos picos. El canto de los grillos al anochecer, o los aullidos del perro de tu vecino. De su mascota cuadrúpeda, se entiende.
Todas estas cosas si las compartes con Maureen O´Hara, tu Mary Kate Danaher particular, se viven mejor. Una mujer de armas tomar, que igual te da una torta que una caricia y un beso. Una mujer que se ilusiona con una vida feliz en su «blanca mañana», su casita blanca pegada al riachuelo y a las verdes praderas, como verdes son sus ojos… ¡ay! que intensito me pongo. Creo que me olvidé de cortar más leña para el largo invierno, voy a ello. ¡Piensen en todo esto detenidamente!
Interesantísimo artículo sobre la vida indómita de Maureen O´Hara. Walt Disney la llamó «esa perra» en su lecho de muerte. Llamó hijo de puta a John Ford delante de todo el equipo rodando El hombre tranquilo por haberla reprendido por no abrir suficientemente los ojos. Denunció los abusos de los directores y productores de Hollywood mucho antes del «me too». Y aún así no consiguieron acabar con ella. Leer aquí.