Últimamente estoy usando la moto más que nunca. La dificultad de moverse por la ciudad en coche, y mucho menos con el transporte público, me anima a seguir usando mi vieja moto, la que uso para el día a día y para el disfrute.
Mi primer recuerdo sobre una moto, si no recuerdo mal, es montado en el ciclomotor del tío Perico. Nos llevaba a su huerto con la vieja vespino a mi hermano y a mí. ¡Los tres subidos en la moto! Eran otros tiempos… el siguiente recuerdo fue la primera vez que intenté montarme en esa misma vespino. Fue acelerar y estamparme entre los matorrales. En vez de frenar, no solté el acelerador del manillar… vamos que la lié parda.
Tuvieron que pasar unos cuantos años hasta que llegó a casa la primera moto en la familia, una moto compartida entre mi hermano mayor y yo, una Suzuki, nada serio, sólo pillaba los 60 kms por hora. Era fardona, pero poco más. La usamos bastante para ir de aquí a allá, no recuerdo bien el porqué dejamos de usarla. Se acabaría estropeando del todo. Mis recuerdos tienen lagunas, como si fuera una rock star que no se acuerda de qué hizo en sus años mozos.
El siguiente recuerdo ya se remonta al 2007, año en el que me compré la moto que aún tengo ahora. Una 125 cc, una Daelim Roadwin, coreana, que petardea una cosa mala, pero es alta y da el apaño de mil amores. Recuerdo que decidí comprármela harto de ir a toda prisa por la ciudad de casa al centro y vicecersa para ir al trabajo e ir a toda a comer a casa, no daba. Aún recuerdo cuando llevaba a mi padre a lomos de la Daelim, yo conduciendo y él fumando escarranchado hacia atrás. Es que ni cinco minutos podía estarse quieto con el pitillo.
En mi primer intento de visita a Barcelona fue eso, un intento. A la altura de Sant Adrià del Besós, justo circulando por el carril central, la moto empezó a ahogarse, a perder fuerza. Pité para avisar a mi hermano, nuevamente presente en estos momentos moteros, pero no sirvió de nada, siguió su camino con su moto y no se dio cuenta de mi problema en medio del ruido ensordecedor de los coches. El filtro del aceite se agujereó. Maldita la gracia. Esa fue la primera de una colección de averías en los momentos más inoportunos. ¿O hay algún momento oportuno para quedarte tirado con la moto? Me he caído con ella, me he clavado un tornillo, yo no, la moto, pinchándose la cubierta, se me ha escacharrado alguna vez el alternador… en fin, pequeñas incomodidades propias de una moto que va cumpliendo años. La última sorpresita ha sido la bovina. Dijo hasta aquí hemos llegado. El caso es que sería ella, la bovina, la que dijo basta, se cambió y sigo desplazándome por todo el Maresme, por las montañas como el Montseny, visitas a Vic, a Calella, a Alella, a la Garriga… La libertad que te da la moto en los viajes no te la puede dar un coche, por descontado. Y eso lo dice una persona que no se considera motorista.
En fin, seguimos On the road again, con ganas de echar a rodar de nuevo, volver estar activo y descubrir cosas nuevas, incluso con confinamientos y toques de queda. Cualquier cosa menos quedarme quieto.
Leyendo tus experiencias con la motocicleta y tu última frase se me vino a la mente esto: https://www.youtube.com/watch?v=egMWlD3fLJ8
Saludos y siga disfrutando de los paseos en dos ruedas Mr. Burdon 🙂
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Jeje… Esa era la otra canción que pensaba poner para acompañar el post. Mucho más motera, jeje…
Gracias, y usted que lo vea.🙂
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Buenas! Dan ganas de coger la Harley o algo similar y dar gas!! Otro de los temas típicamente moteros (o para quienquiera que surque las rutas de largo recorrido en un cacharro con ruedas) es el mítico On the Road Again, pero esta vez no el de Willie Nelson, sino el de los Canned Heat:
https://m.youtube.com/watch?v=QexOuH8GS-Y
Más sobre Canned Heat:
https://wordpress.com/read/feeds/122770491/posts/3610464473
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