Más de dos meses.
Ese es el tiempo que tardo en volver a escribir por aquí. Que digo yo que si pago el servidor y el dominio, bien tengo que hacer uso de él.
Estas fiestas navideñas las pasé en tierras teutonas. Allí tengo mi familia alemana, y allí sigue todo tal y cómo lo dejé. Un tiempo eternamente inestable, una tranquilidad que hasta desespera y unos alemanes muy fieles a sus costumbres. El viaje a Alemania lo hicimos cruzando Francia, como no podía ser de otra manera, pernoctando en Langres, en la pequeña ciudad donde Denis Diderot junto a Jean le Rond d’Alembert asumieron durante más de veinte años la dirección y la elaboración de la primera enciclopedia de la historia. Todo esto está muy bien, pero sólo queríamos descansar del viaje y la casa en la que nos hospedamos nos supo a gloria. Una vieja casa francesa que, como la mayoría de ellas, engañan por el exterior, siendo tremendamente confortables por dentro. A la vuelta de nuestra estancia en Alemania, paramos de nuevo no muy lejos de allí, en Beaune, cerca de Dijon, cuna de la que dicen que es la mejor mostaza del mundo y una de las regiones más célebres en cuanto a la elaboración del vino, la región de Borgoña. Fuimos a cenar a un restaurante. Nada especial, unas pizzas y a probar el vino de la región. Le hablo al camarero en francés, sin acento francés por supuesto, pero en francés. Al momento me cambia y me habla en inglés. Dichosa la manía que tienen los camareros a pasar al inglés si no lo hablas y pronuncias correctamente como ellos. Que prueben a decir jarrón y luego hablamos.
Aún recuerdo mis primeros días en Suiza, en la Suiza romanda, cuando me tuve que enfrentar a la realidad, no tenía ni pajolera idea de francés y tenía que hablar con mis compañeros, con los clientes y con todo el mundo. La sensación de no ser dueño completo de la palabra, de no poder expresarte libremente, es de lo más frustrante. Recuerdo que más de una vez practicaba al principio cosas tan básicas como decir;
bonjour, ça va?
bien et toi?
bien merci.
à tout à l’heure!
Practicaba una y otra vez frente al espejo decir algo tan simple como bonjour, o bonjour mon amour, de la manera más suave y armónica posible. Todo lo suave y cantarinamente que un español puede decirlo.
A menudo pienso, qué interesante habría sido vivir una temporada en Francia para conocer el tarannà de los franceses, las pequeñas cosas del día a día de nuestros vecinos. Sus gustos, sus anhelos, sus pasiones, a qué dedican su tiempo libre… Sé que en el futuro surgirán nuevas visitas, nuevas experiencias con ellos.
A todo esto, el otro día cogí una peli de la biblioteca, «La piscine», con Alain Delon, Romy Schneider y una jovencísima Jane Birkin. Los maravillosos sesenta, con sus guateques, su costa azul, su Eloge de la paresse como cantaba Cathy Claret en una de sus canciones. Días de vino y rosas.
El tiempo pasa inexorablemente para todos, Alain Delon pasa sus últimos días retirado con sus perros, un poco ermitaño, harto de despedirse de sus seres queridos y con una salud maltrecha. Pero que le quiten lo bailao, para muestra, esta recopilación de algunos de sus muchos trabajos a lo largo de toda su vida interpretando mil y una vidas diferentes. ¿No os resulta apasionante? Yo me conformo con un puñado de ellas sin tener que filmarlas.
J´ai hàte d´écrire de nouvelles histoires passionnantes sur la France et sur tout ce qui me passionne.
Música de Indila – Dernière Danse
«Que prueben a decir jarrón y luego hablamos» jajajaja más de uno estaría en aprietos.
Como siempre un placer leer tus anécdotas y aventuras. Saludos 🙂
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Muchas gracias Coremi :):)
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