El verano ya está aquí y yo con estos pelos. Recién terminado el curso de alemán, tomamos una pausa para reanudar las clases en septiembre. Sant Joan lo pasé como cualquier otra noche, aquí no se celebra y no tengo gente cerca que entienda de qué va la fiesta. Pero no me quejo. Pasan los días y pedaleo y pedaleo con mi bici holandesa más que nunca. Aquí todo Dios va en bici. Las rutas aquí son magníficas ¿Pero eso ya lo he dicho en más de una ocasión, no? Me repito.

Voy a pasar gran parte del verano trabajando, para luego pegarme la vida padre, pero es lo que toca, todo llegará. Hablando del trabajo. En el trabajo hay un tipo,un vecino de las casas colindantes que pasa con su coche por la calle donde estamos construyendo casas como setas, y se pone a gritar, pero escandalosamente. No lo ha hecho un día, lo hace siempre. Pero no es a nosotros, mete el coche en su garaje gritando y sale de él con sus compras gritando, él solo. Qué triste que el hombre no pueda encontrar siquiera una persona a quién gritarle. Cuanta frustación acumulada.

El finde pasado comimos paella. Ya ves tú que cosa más extraordinaria, pero no una paella cualquiera, la valenciana, the original, hecha por un valenciano. Nos faltaron dedos para chupárnoslos. También quedamos con una buena amiga en el mismo Düsseldorf que precisamente estaba de visita por la ciudad con unas amigas. Maria es del sur de Italia, pero aparte de eso es una bellísima persona. Su vida en el sur de Italia no tiene nada que ver con la fría e inestable Alemania, meteolorógicamente hablando, y un poquito sobre la gente también si me apuras. De alguna manera su visita me recuerda que a veces me siento como un pez fuera del agua, que esto está bien, pero que no es mi mundo. Encontrar un equilibrio sobre lo que quieres y puedes hacer es siempre complicado, ¡pero no imposible!
Y qué decir, qué me jode reconocer que no tengo cosas especialmente que compartir por aquí. Tal vez porque simplemente me dedico a vivirlo antes que contarlo.
«Vivo para contarlo», así reza el título de un disco en concierto de Fito y los Fitipaldis. Lo grabaron en el 2003, en las fiestas del Aste Nagusia de Bilbao. Más de 76.000 almas reunidas en aquel concierto. Un servidor de ustedes estaba viéndolo al lado de la gran carpa del medio que se ve al inicio del vídeo. Pues eso, viviremos un poco más para contarlo.