Países bajos, hombres altos

Recién estrenado el nuevo cambio de hora,  nos lanzamos a la carretera en dirección a Holanda, erróneamente llamada así, puesto que Holanda son sólo dos provincias, Holanda Meridional y Holanda Septentrional. En realidad se le debería  llamar Reino de los Países Bajos. Se entiende que el nombre viene por la particularidad de vivir todo el país por debajo del nivel del mar, o casi todo. En muchos puntos 3 mts por debajo del nivel del mar, llegando a puntos tan bajos cerca de Rotterdam como casi 7 mts por debajo del nivel del mar. No se come todo el terreno el mar gracias a los increíbles esfuerzos de los holandeses, construyendo diques, implantando sofisticados sistemas de drenaje, algo que antiguamente hacían los famosos molinos.

Lo curioso es que cada vez que visito Holanda puedo comprobar la altura  más que notable de ellos y ellas, sobre todo de ellas. Altísimos todos. Una buena muestra de ello es ir a los servicios de un establecimiento cualquiera y comprobar a qué altura tienen instalados los urinarios para hombres. No aptos para medianitos.

Pero a lo que iba, elegimos una de las rutas más cortas para visitar algunos de los pueblos y ciudades más cercanas a la frontera alemana, donde vivimos nosotros. A Poco más de cien kilómetros, no más, tenemos la última ciudad que visitamos. Deventer situada a orillas del río IJssel. Todo un descubrimiento, tranquila pero animada, algo más grande que Zupthen, una ciudad cercana que ya visitamos en varias ocasiones, pero que se te puede quedar un poco pequeña. Deventer tiene un poco más de todo.

Para los visitantes alemanes que viven cerca de la frontera, como nosotros, suelen quedarse en una de las ciudades más cercanas, Winterswijk, donde tienen todas las tiendas juntas para shoppingnear, como digo yo, y el estilo inconfundible de un pueblo típico holandés. Pero que no es ni de lejos de los más bonitos, sólo es práctico por la proximidad, poco menos de cuarenta kilómetros de donde vivimos.

Si condujéramos en dirección al sur, sin salir de Alemania, si hiciéramos esos cuarenta kilómetros, lo que veríamos sería Oberhausen, una ciudad que acongoja sólo de verla. Industrial, gris, con la famosa torre del  gasómetro, que en 1920 fue el mayor depósito de gas de Europa. La ciudad donde vivía el no menos famoso y célebre pulpo Paul, adivinador de todos los resultados en la Eurocopa de futbol del 2008.  Nada que ver con el universo cuqui de serie que tienen los pueblos holandeses, donde la naturaleza convive en armonía con el progreso y la avanzada industria holandesa.

En fin, que nos gusta tanto Holanda como a un tonto un lápiz. Sus cervezas, sus quesos, sus patatas fritas con esa mayonesa… puritita dieta neerlandesa. Y sobre todo su vida relajada, cuqui, como sus casas, pequeñas, para tipos altos, con ventanales enormes, que resumen muy bien el carácter del holandés medio, viviendo de puertas afuera.

Aquí os dejo algunas postalicas del día.

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Nunca viene mal un paraguas. En Deventer.
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Muchas de las antiguas casas tienen las antiguas poleas en lo alto de sus fachadas por las que se subían o se bajaban todos los muebles. Las escaleras de las casas antiguas son estrechas y vertiginosas.
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Las cristaleras son enormes. Por ahí les debe entrar el frío en invierno sí o sí.

 

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Deventer.
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El castillo museo de Ruurlo.
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Y aquí el sueño de los ciclistas en todo el mundo. Esto es de lo más habitual en Holanda. Dos carriles para las bicis y uno solo para los coches. ¡El mundo al revés!

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