Estas Pascuas las hemos pasado en el norte, más al norte si cabe. Desechando otras alternativas que quedaban más lejos o que sabíamos que estaría lleno de gente por estas fechas. Y en este caso el plan era visitarlo sobre dos ruedas aprovechando el buen tiempo.
Altes Land
El Altes Land es una región de marismas conocida por sus manzanas y cerezas y por sus pueblos pintorescos, todos situados cerca del río Elba, en la Baja Sajonia y cerca de Hamburgo. El campamento base sería en Buxtuhude, una ciudad cercana y la región y buena alternativa para vivir para los que trabajan en AirBus, una de las compañías más grandes en la construcción de aviones civiles de todo tipo. Tienen su propio aeropuerto para testear sus nuevos modelos. Recorrimos todo el aeropuerto en bici y pudimos ver mastodontes echarse a volar desde sus pistas. Visitamos Jork, Grünendeich, Guderharviertel… pero las casas más chulas que pudimos ver se encontraban en Steinkirchen.


Puedes ir con la bici o andando por un camino que se alza en una loma desde donde puedes ver a un lado y otro las preciosas casas típicas de la región, de obra vista y madera, llenas de detalles y de preciosos jardines y bañados en canales que ríete tú de Giethoorn en Holanda. Eso de Holanda es como un parque de atracciones para turistas. Esto tiene muchísimo más encanto. Calculo que haríamos unos 45 kms o así. Pero entre que nos perdimos por algunos caminos intentando atajar nos acercamos peligrosamente los 50 kms. Cuando llegamos al hotel ducha de rigor y caímos fritos en la cama.
Hamburgo, la gran Metrópoli
Al día siguiente de nuestra ruta por el Altes Land, nos propusimos visitar la gran ciudad, la segunda más grande de Alemania, después de Berlín, y la que tiene el nivel de vida más alto, económicamente hablando. Tiene el segundo puerto más grande de Europa, detrás de el de Rotterdam.


Desde ahí salen muchos de los grandes cruceros que viajan por todo el mundo y los grandes cargueros que salen y llegan con una barbaridad de cargas metidos en containers. Metemos las bicis en el coche, que menos mal que es grande al no tener una bola de remolque ni nada. Nos equivocamos de muelle para cruzar el Elba y vamos al correcto en bici, total, casi 8 kms la gracia. Así recorrimos todo el aeropuerto del Airbus. Llegamos a Finkenwerder, donde nos subimos a uno de los muchos ferrys que salen en dirección a Hamburgo. Hicimos un pequeño trasbordo a otro muelle y luego ya sí, hacia la gran ciudad.

Podíamos vislumbrar desde el barco las enormes grúas del puerto y mejor aún, los grandes cargueros que zarpan rumbo al mar. Llegamos hasta la otra orilla del río y desembarcamos como alma que lleva el diablo, pitando. Vemos las primeras terrazas y la dirección correcta para pedalear hacia el puerto. El paseo es agradable, lleno de grandes edificios modernos junto con alguno otro viejo, vestigios de lo que fue el antiguo puerto. A medida que íbamos adentrándonos el número de personas que paseaban por la promenade, el paseo del puerto, era mayor. Dejamos atrás el Fischmarkt, que por supuesto ya estaba cerrado puesto que lo abren y cierran pronto no, prontísimo. Seguimos pedaleando y vemos ya delante de nuestras narices los grandes cargueros, los grandes cruceros turísticos y algunos veleros amarrados en el muelle. Al fondo, el gran edificio de la Filarmónica del Elba. Puedes subir hasta su terraza gratis y admirar el paisaje de la ciudad. Pero viendo la cantidad de gente que se aglutinaba allí haciendo cola y el poco tiempo del que disponíamos, pensamos en dejarlo para otra ocasión, igual que el museo Internacional martítimo.

Lo que si que vimos fue el Speicherstadt, la ciudad de los almacenes con más de 1,5 km es el barrio de pilotes de madera más grande del mundo. En el se pueden encontrar numerosos museos, de diseño o el marítimo que comentaba antes y muchas otras exposiciones.

Visitamos como no también la Rathaus, el ayuntamiento de Hamburgo, que se puede visitar el vestíbulo y el patio interior con unas impresionantes estatuas que representan no se qué (no puedo saber todos los datos!) Bonito es, y además gratis de visitar. El ayuntamiento, como todo ayuntamiento que se precie tiene una gran plaza y gente, mucha gente que va de aquí para allá. También tiene no muy lejos de allí un lago, el Außenalster. Demasiada gente para mi gusto, pero no esperaba menos para el centro neuralgico de la ciudad. Callejeamos un poco, vimos muchos deportivos y coches de alta gama haciendo mucho estruendo para hacerse notar, muchas fachadas blancas y nobles, diferentes a la obra vista oscura de la zona del puerto.

Pero como toda gran ciudad, tiene zonas más relajadas y bonita, como la zona donde está una de sus iglesias protestantes más importantes de la ciudad, St. Michaelis, o Der Michel, como la llaman normalmente los de la ciudad. Es bonita y se puede subir a lo alto de la torre para ver las vistas panorámicas. De nuevo pasamos del tema, lo nuestro era exprés. Si bajas por el parque que hay justo al lado de St Michaelis, a mano derecha te encuentras con la zona portuguesa donde se concentran restaurantes portugueses y alguno español. El origen de tanto portugués viene de los antiguos marineros portugueses que hacían vida allí. Por lo que pude ver en las cartas sirven ricos platos de pescado cocinados cómo sólo ellos saben hacerlo. Nos gustó mucho el ambiente distendido, parecía otra ciudad aparte.

Si subimos un poco más arriba nos encontramos el Planten un Blomen, un gran parque con su jardín botánico y todo, un espacio perfecto para los, ¿Hamburgueses? Caramba, como las hamburguesas en catalán. Un sitio perfecto para estirarte en la hierba o reunirte con los amigos para desconectar un rato del bullicio.

Si subes un poco más arriba, y luego comienzas a bajar un poco, todo no muy lejos de allá. Llegas a St. Pauli, el barrio más conocido de la ciudad. Otro mundo, lleno de locales, discotecas, sex shops… tiene el barrio rojo más grande de Europa, más aún que el de Amsterdam. De día es muy alternativo, por así decirlo, puedes encontrar de todo, y de noche el barrio se ilumina con las luces de sus pubs y discotecas, o eso dicen, porque al caer la noche volvimos de nuevo al hotel, rendidos. Otro día quisiera visitar el Club Indra, donde tocaron los Beatles en sus comienzos, antes de ser famosos en todo el mundo.
El último punto de la ciudad que visitamos y donde cenamos admirando las vistas del río Elba y su curiosa playa con las grúas al fondo fue en Elbstrand Övelgönne, con bonitas casas de antiguos marinos a la vera de la playa y una variedad de puestos para comer y beber pegados a la playa. Un sitio muy recomendable al atardecer comiendo un buen pescado y tomando una buena cerveza.


Bremen, la ciudad de las nuevas oportunidades

Al día siguiente del día en Hamburgo, hechos polvo por tanto visitado y tanto pedaleado, después de un buen desayuno continental, abandonamos nuestro campamento base para dirigirnos a Bremen, casi 90 kms de distancia pero perfectos ya que es nuestro camino de vuelta. Ciudad industrial, y universitaria, que llegó a hacerle competencia su puerto al de Hamburgo en el pasado, con el segundo puerto flubial más importante del país. Con la sede de los café Jacobs, muy conocida la marca en Alemania y de la cerveza Beck´s, una de las cervezas que suelo tomar, ligerita. Nos plantamos allá casi al mediodía. Aparcamos en el centro, sin problemas, al otro lado del río Weser.



Había oído hablar de la ciudad de Bremen de toda la vida, sobre todo por el cuento de los hermanos Grimm de los músicos de Bremen, el burro, el perro, el gato y el gallo. Personajes que quedaron inmortalizados en forma de estatua al lado del ayuntamiento de la ciudad donde se supone que discurrió la historia, símbolo de los Bremenianos. Es una de las estatuas más visitadas de la ciudad, casi más que la de Rolando, el libertador de la ciudad, justo enfrente de la playa del ayuntamiento. Dicen que no puedes visitar Bremen sin tocar las patas del burro, pedir un deseo y luego tocarle el hocico para que se cumpla. Si tocas sólo una de sus patas dicen que es como saludar un burro a otro y que ni de coña se te cumplirá el deseo. ¡Cosas de las leyendas!

La ciudad es medieval, tiene mucha historia y monumentos, es grande, pero llamativamente agradable para el visitante. El día fue de lo más relajado, y eso que había gente visitando la ciudad y sus vecinos, campaban por todas partes aprovechando el tiempo casi veraniego del domingo de ramos. Visitamos el barrio más antiguo de la ciudad, Schnoor, lleno de casitas de cuento, con muchas tiendas de souvenirs y cosas cuquis, y todos haciendo fotos en plan turista total, incluidos nosotros. Pero la verdad es que está muy bien para pasear y curiosear.


También visitamos el último molino que se conserva en la ciudad, encaramado en una loma, enorme, con un restaurante abajo, y unas vistas increíbles de un parque con extenso y serpenteando embalse de agua que zigzaguea todo el parque. Al otro lado del centro, encontramos la famosa promenade, el paseo pegado al río Weser, las terrazas llenas de lugareños y visitantes, los jóvenes por aquí y por allá, los viejos también, las familias, todo all together, como a mí me gusta.

El paseo pegado al río es de lo más agradable, y en bicicleta más aún. Los espacios verdes para tomar el sol en los días buenos, hacer picnic son interminables. Todo el mundo puede tener su pequeño rincón para leer, hacer el grill, quedar con los amigos… hasta llegamos al estadio de futbol del Werder Bremen.

Moderno y en una ubicación de ensueño pegado al río Wesser. Cero estrés durante todo el paseo, todo perfecto, llenos de cafés durante todo el trayecto y de gente haciendo piragüismo o jugando en la playa al otro lado del río, a la que podías llegar embarcándote en un pequeño barquito pagando un módico precio, suponemos, o cruzando el río en uno de los varios puentes que hay a lo largo de la ciudad. Cruzamos por uno de sus puentes. El lugar nos aguardaba con una sorpresa más. Unos garten, pequeñas parcelas con sus correspondientes casitas de madera, pintadas de todo tipo de colores y adornadas con todo tipo de plantas y árboles, pequeños oasis de naturaleza pegada al río y a la histórica ciudad. Esto no sale en las guías pero de verdad que es digno de ver. Nos informamos un poco más, picados por la curiosidad sobre para saber cómo se puede hacer uno con una de esas parcelas y por lo visto tienes que ser residente de la ciudad y entrar en un club, el club de las parcelas, llamémoslo así, donde cada año salen parcelas libres para ser alquiladas, son todas de alquiler, pero pagas un módico precio, uno 600 euros o así al año pero de verdad que es mejor que un camping, una cucada.

Disfrutar dela naturaleza pegado a una gran ciudad como Bremen. Pero es que no queda la cosa ahí, tiene un canal más paralelo al río Weser, y un poco más allá un lago que es uno de los brazos del río que se extiende por kms y kms a lo largo de la ciudad con prados verdes y caminos asfaltados para circular con la bici o patines o lo que te de la gana. Nunca vi tanta armonía en una ciudad. No es la típica ciudad alemana. Recomendadísimo, y más si hace buen tiempo, Bremen, sin duda alguna.
¡¡¡Qué bonito!!! Gracias por el fascinante paseo. Me ha encantado.
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Me alegro que te gustase María. 🙂
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