El otro día, porque siempre es el otro día, aprovechando mi estancia invernal de vuelta al nido familiar, se me acerca mi padre para preguntarme por unas dudas técnicas referentes a su cuenta de E-mail. Cómo borrar emails y avisos de suscripciones de youtube que ya no le interesan, en su mayoría de política y flamenco. Diría que primero ve las tertulias sobre política, luego se cabrea y le apetece escuchar algo de «quejío» flamenco. Que no deja de ser un blues. Un canto a las penas que hay que sobrellevar.
En fin, me pone la cabeza como un bombo a la hora de discutir sobre cómo navegar por la red. Me armo de paciencia, pero siempre acabamos discutiendo a viva voz. En las antípodas, como diría Javier Krahe*. Estas conversaciones se me hacen inverosímiles porque hace diez años, por poner un ejemplo, ni de coña me habría imaginado que estaría hablando de estos temas con él, que está apunto de cumplir los setenta años.
Mi madre por otro lado, va al gimnasio casi cada día, a la piscina. Me doy cuenta después, hablando con los vecinos más veteranos, los ya jubilados, que ellos también van al mismo gimnasio, casi a diario. Todo Dios va allá. Es como el nuevo centro social, donde cultivas el cuerpo y la mente. Casi, más lo segundo. Porque te distraes, te sociabilizas. Una alternativa a los bares de toda la vida. Algo que también está en las antípodas de lo que habitualmente hago, a día de hoy. Todas estas cosas, rutinas e inquietudes de mis padres y de la gente del barrio, son cosas que no te paras a mirar mucho estando lejos de casa. Todo el día de aquí para allá.
Si es curioso ver los cambios de hábitos de la gente mayor de ahora, puede serlo más saber de las inquietudes de los niños. Con mi sobrina Ariadna juego mucho estos días. Soy el tiet ocioso, tengo todo el tiempo del mundo para ella, o casi. Me la llevo a jugar al parque. Un niño algo mayor que Ariadna se puso a jugar en un balancín. Luego se incorporó Ariadna que es más peque, la ayudé a subirse. Mientras vigilaba que no hicieran el cafre, la abuela del niño andaba un poco más allá, vigilando cual águila vigila a sus retoños, en la distancia. El nene empieza a contarme su vida, otro más. Suelen hacerlo, no sé bien porqué, y todos con ese tono con el que hablan los niños pequeños, ustedes saben perfectamente a cuál me refiero.
- ¿Sabes queeeé?
- ¿Qué?
- Yo le gano al Street Fighter a mi papa.
- ¿Ah sí? Al Street Fighter, ¿ese es un juego muy viejo no? Yo jugaba a ese juego, es de cuando tu papa era un niño, como tú.
- Siii… ¿y sabes queeeeeé? (se pasa la palma de la mano por la cara de abajo a arriba para limpiarse los mocos)
- ¿Qué?
- Mi preferido es el Hitler.
- Aaaah… ya. Si, ese es bueno, bueno soltando porrazos, pero en realidad es malo.
- Ya… es que cuando juego con mi papa, cojo al Hitler, le doy to el tiempo a la patada y lo reviento.
- ¿Cómo?
- Que lo reviento.
Es entonces cuando pongo cara de poker, como si no me sorprendiera lo que acaba de decir. Me despedí del nene, el vivo retrato de su papá, argumentando que la nena tiene que irse a comer. Que siga reventando a su papá, a Ryu, Chun Li -bueno Chun-Li no que no está el horno pa bollos- o a quién quiera. Que lo reventara bien vaya. Pero que probara mejor con el de Super Mario Kart, que es menos violento y más divertido. Se lo recomendó un tipo que en su momento, de crío, se pasó horas y horas jugando a los videojuegos, y ahora, estoy justo en el otro extremo de aquel mundo. En las antípodas.
- Javier Krahe es el autor de una canción llamada «Antípodas», donde hace gala de su fina ironía y el sarcasmo que se gastaba en todas sus canciones.
- España, por si alguien no lo sabía, es el único sitio en Europa que posee unas antípodas que no aparezcan en mitad del océano, y no es Australia, sino Nueva Zelanda. Lo tienen Madrid y Galicia. La isla del norte de Nueva Zelanda coincide con Madrid y la isla del Sur con Galicia.
- Lo sé, la imagen que ilustra la entrada no va del todo acorde al tema. Si es que hay tema.
La imagen me recuerda al Jekyll y Mr. Hyde 🙂 las cosas cambian a un ritmo vertiginoso, me pasa con los niños/as que veo me sorprende como hablan y se visten…también me siento en las antípodas muchas veces y me preocupa que los padres los expongan taantoo tiempo a las pantallas, cosas de la modernidad con las que hay que lidiar. Saludos 🙂
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Es que es una imagen del Dr Jekyll y Mr Hyde. La puse por aquello de los extremos. 🙂
Sabías que Steve Jobs era muy estricto con el tiempo que les dejaba usar a sus hijos sus tablets y demás artilugios de su invención? Decía que eran adictivos y que no era bueno para ellos la sobreexposición. Curiosa doble moral, ¿ no?
Saludos. 🙂
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No sabía ese dato, siempre se aprende algo nuevo…vaya que sí que era un poco hipócrita Jobs. Saludos 🙂
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Él personalmente se encargó de que sus productos fueran además de intuitivos, que fueran adictivos. Imagínate cuanta hipocresía!
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