Llevo unos días de ajetreo poniendo a punto mi casa. Pintar, arreglar muebles, cambiar unos por otros, comprar unos, tirar otros… Las últimas búsquedas que hice por Internet fueron para buscar algún mueble o un WC, como el que acabo de cambiar. Pues bien, no es ningún secreto que me manden sin parar ese modelo de WC que al final compré, o ese otro mueble o colchón que miré, y luego acabé comprando. Nos espían y no es ningún secreto. Rastrean nuestros pasos y ya lo hemos aceptado como algo normal, gracias a sofisticadas aplicaciones de seguimiento de nuestras huellas digitales. Creo que este, aparte del cambio climático, es el gran mal al que nos enfrentamos. El control extremo de todos nuestros pasos, con tan solo un golpe de click.
Tiempo atrás, no hace tanto, poco más de treinta años atrás, en la RDA, ocurría esto mismo en el Berlín Oriental. La Stasi espiaba a todos sus compatriotas en busca de gente desleal al partido. Para ese cometido contaban con los implacables agentes de la Stasi, para seguir los pasos de toda persona que consideraran sospechosa para el régimen. En «La vida de los otros», Das Leben der Anderen, en su título original, (que por cierto, mejor verla en versión original) cuentan la historia de un agente de la Stasi que se ve obligado a espiar a un escritor y a una conocida actriz. Después de tantos años al servicio de los poderosos empieza a cuestionar su propio trabajo, la falta de libertades que sufren, siempre vigilados por los poderosos. La evolucion del personaje es interesantísina. La película es brillante por el ritmo con el que se cuenta, de menos a más, hasta explotar todo. Los actores están estupendos, en especial Ulrich Mühe, interpretando al agente de la Stasi. Lo dicho, muy recomendable.
Pues eso, recomendaciones cinéfilas aparte, me doy cuenta que no me prodigo mucho por aquí ni por las redes sociales, y me parece la dirección correcta. Tengo cosas por hacer, que necesitan gran parte de mi tiempo. No es necesario compartir tanto por el mundo de bytes, que ya largo un rato largo. Ahora, aprovechando que tengo la cosa un poco más controlada, pienso hacer rutillas con la moto y llevarme la cámara buena para hacer algunas fotos, que aquí todo los días sale el sol, chipirón.