Ilustración Teo Perea.
En estos días de confinamiento, de multas por andar por la calle y de múltiples restricciones, tengo la oportunidad de hablar puntualmente con los vecinos donde trabajo. Me meto en la intimidad de sus casas, al menos de sus balcones, de forma que sin pretenderlo, me cuentan sus historias. De cómo llevan el confinamiento, de qué ha pasado con sus trabajos y sus planes de futuro.
Siempre oí decir que en Argentina vivían al día, que estaban acostumbrados a vivir en una perpetua crisis, su día a día era siempre al filo del precipicio. Desgraciadamente, en España estos últimos años viene siendo algo parecido.
Vale, no nos pongamos apocalípticos. Aún así, hay espacio para historias bonitas entre tanto drama. Como la de la pareja joven que me explica como adoptaron a su perro con tres meses, se lo encontraron con una pata rota y desde entonces pasó a ser uno más de la familia. Ya nos saludamos y damos los buenos días y tenemos conversaciones de ascensor advance… o el matrimonio mayor del ático, que insisten en invitarme a una cerveza o a un café. Al señor lo veo caminar de punta apunta de su larga terraza, disfrutando de unas fantásticas vistas al mar. Así el confinamiento es otra cosa. Es uno de los casos de riesgo debido a sus problemas para respirar por haber sido un fumador durante toda su vida, pero me recibe siempre con una sonrisa de oreja a oreja, consciente que debo ser la única visita que reciba estos días. También está el caso del matrimonio presumiblemente recién jubilados, catalanes, independentistas seguramente al tener un lazo amarillo en su balcón. Pero una cosa no quita la otra, amables, gent amb seny, como se dice por aquí. Nos regalaron veinte mascarillas a mi compañero y a mí porque sí, al oírme reclamar de las medidas de seguridad. También está el matrimonio de más abajo también, felizmente jubilados y dueños de una jungla en su balcón. El señor me dice con resignación que su señora quiere más a las plantas que a él. Le respondo con sorna que se haga valer, que él al menos puede hablar. La señora, atenta a la conversación, se ríe y espeta que es precisamente por lo que quiere más a ellas que a él.
Un poco más abajo me encuentro con una de las vecinas más recogidas, en cuanto a su balcón se refiere. Me lo protege todo con sus plastiquitos, todo muy limpio… me cuenta sin preguntarle nada antes que su hijo se ha separado, que se fue a vivir a su casa porque no está trabajando ahora mismo al dedicarse a organizar eventos. Uno de los sectores que más van a sufrir esta crisis. Me lo cuenta sin dramas, soltando chascarrillos, pero seguramente llevando la procesión por dentro. Las madres están y estarán ahí, al pie del cañón. Luego está la profe, muy pija ella hablando. Me llama por mi nombre a cada dos por tres y me pregunta, siempre con mucha educación, por todas las dudas que tiene sobre la obra y las reparaciones ya que soy el que está a cargo del asunto. Por suerte no creo que sufra tanto esta crisis como otra gente, su vida parece ser lo suficientemente acomodada.
En cambio la mujer latinoamericana que va a hacerle la limpieza, va arriesgándose a que la multen porque no entra dentro del sector de la gente que puede desplazarse. Va porque si no no puede ganar dinero para pagar sus facturas al ser autónoma. Después, hablando de autónomos, está la señora de la limpieza de la comunidad, que debería jubilarse ya, pero sigue trabajando junto a su marido y su hija, pasándole su pequeña empresa a su hija, «para que tenga algo con qué comer». Me dice lo que le queda de pensión a su marido y ella y es para echarse a llorar. Gente que se desloma por cuatro duros y se hacen cargo de todos los gastos habidos y por haber. Me cuenta también que su hijo pequeño gana 1.200 euros y que solo el alquiler de su piso es de 750. Que trabaja más horas que un reloj, que ni de coña podrá formar una familia así ni tener una vivienda propia en su vida. La soga nos la van apretando poco a poco.
En fin, estoy considerando seriamente la idea de irme a Australia, a las antípodas. Donde el mundo es justo al contrario de como lo vemos, ¡o eso dicen! Me recuerda a esta canción de The shins, «Australia».
Robemos globos para luego liberarlos por los aires.
Dame tu mano y saltemos por la ventana…
Me compré hace poco una cámara. La tenía en mente desde hace tiempo. Más moderna, más completa, con mejores herramientas para hacer fotos y vídeos de mejor calidad. Mañana es el primer día que «nos sueltan» sin tener que ir a comprar o a trabajar. Me la llevaré para aplicar todo lo que he ido probando en casa. Espero poder compartir fotos por aquí, hacer algo creativo, incluso pequeños vídeos. No esperen ver un influencer por aquí, jamais!
Que sería de nosotros sin nuestras mamás… jajaja oye, estaremos pendientes de la nueva cámara 📸 !
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He salido ya a probarla, pero no me dejan el tiempo suficiente para sacarle partido, tengo que andar mirando el reloj para recogerme. Pero puedo afirmar que sí, que hace muy buenas fotos, y el zoom es sencillamente espectacular. Un poquito de paciencia y cuando menos lo esperéis, zas! post fotográfico. 🙂
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