Rumbo a Sicilia. Taormina y el Etna (Cap.4)

Después de desayunar en el pueblo improvisamos la idea de ir a Sicilia, cogemos los bártulos en dirección a Villa San Giovanni, para luego coger el ferry que atraviesa el estrecho de Messina y te deja en la ciudad siciliana que lleva el mismo nombre, Messina. El tiempo empezó a empeorar, empezó a llover. A la tarde llegamos al pueblo donde  nos alojaríamos. Empecé a hablar en italiano con la señora y resultó que era dominicana, así que acabamos hablando español y nos contó muchas cosas de la isla y los sicilianos mientras nos preparaba un desayuno que te hacía olvidar el día de perros que había salido. ¡Grande Carmela!

Una vez terminamos de desayunar fuimos a visitar  Taormina, uno de los pueblos más turísticos de la isla, conocido en todo el mundo por su increíblemente conservado y bien ubicado teatro griego, en lo alto de una loma donde se puede disfrutar de las vistas del mar y en los días claros del volcán del Etna, el gran atractivo  con mayúsculas de la isla, el volcán más alto de Europa.  Pero el pueblo de Taormina no se queda atrás, está como tantos otros pueblos en lo alto de una montaña, y es un increíble balcón con vistas. El pueblo es colorido y alegre, con turistas a cascoporro incluso a principios de octubre y lloviendo. Interesante e inevitablemente caro tomar algo por allí o cualquier otra cosa que quieras hacer allí.

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Cerca del Refugio Sapienza, en el Etna.

El Etna

Al día siguiente tomamos rumbo a Catania, para luego apartarnos y subir el Etna con nuestro Opel Corsa. El plan de la ruta lo había hecho la noche anterior buscando la forma o la carretera por donde se puede acceder a la montaña del Etna en coche y sin guías, que son los que te sablean una cosa linda. No queríamos subir a lo alto del cráter mayor, queríamos visitar unos cuantos que están a medio camino, que están a unos 2000 mts, que ya es altura. La vegetación es sugestiva, verde, variada, y con el día lluvioso  con esa neblina hasta parecía mística. Dejamos atrás el último pueblo antes de entrar en el parque natural del Etna, Nicolosi, donde hicimos una breve visita para reponer fuerzas del viaje hasta allá. La ascensión al volcán fue en solitario, no nos cruzamos ni un solo coche, era un día de perros, pero ya que estábamos allí no íbamos a irnos sin probar a ver «algo». La suerte estuvo con nosotros, cuando llegamos al punto de los 2000 metros donde hay un refugio para alpinistas, la niebla cesó por un momento y pudimos disfrutar de las vistas de dos cráteres, uno de ellos tuvo su última erupción en el 2001. La  tierra allí ya es como marciana, con rocas volcánicas y plantas de color amarillento que hacen del lugar algo diferente a una montaña normal. Hicimos fotos a porrillo y recogimos algunas piedras para tenerlas de recuerdo y algo de arena volcánica. ¡Qué pedazo de volcán!,  ¡y sólo vimos el principio de muchos cráteres y caída de lava!

 

 

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