El viaje a las islas nos dejó más cansados de lo habitual, pero entusiasmados por todo lo que habíamos visto. Al día siguiente partimos de nuevo a Riace para encontrarnos con Maria, la culpable que estuviéramos recorriendo media Calabria y parte de Sicilia, una de las personas que más admiro. Llegamos a primera hora de la tarde, por la mañana visitamos Capo Vaticano, cerca de Tropea, una de las zonas con las playas más conocidas de Calabria. Pero el mar Jónico, el mar de Riace es otra cosa, calmado, limpio, pulita, como dicen allá, es un lujo tenerlo tan cerca. Esa noche nos invitaron a probar platos típicos de la gastronomía calabresa. Delicioso todo, no podría decir todo lo que comí, demasiados platos nuevos, sólo sé que estaban muy ricos. Carne, verduras, pasta, empanadas o algo así con diferentes salsas. Comimos en un restaurante 100 % calabrés, toda la clientela eran calabreses de aquella zona. Imposible que lo pudiera encontrar un extranjero.
Al día siguiente pudimos darnos los últimos dos baños en la playa, toda para nosotros. Toda no, sólo tres vecinos se metieron mar adentro con su barquita y su motor de quita y pon. Al terminar el paseo se dieron un baño los tres y a tomar el sol, como nosotros. Qué tranquilidad.
Después del baño mañanero, un capuchino, unos cornetos (croissants) y nos llevan a ver la recogida de las aceitunas. El tiempo manda y se adelante la recogida. Vemos como , como zarandean las ramas con una máquina a con aire a presión para coger las aceitunas y cómo las recogen con las redes que tienen puestas en el suelo. Una vez empaquetadas las llevan a la refinería, donde le sacan todo el aceite con las máquinas hasta que sale el oro líquido. La fábrica no para de trabajar esos días, día y noche, muchos vecinos tienen sus propio olivos y tienen que recoger pronto su cosecha.
Placanica

Entre ver la recogida de aceitunas y como sacan en aceite en la refinería se nos echó encima la hora de comer, así que de nuevo nos fuimos a la aventura, a ver qué bar nos podía dar algo de comer. Fuimos a un pueblo que pudimos ver a lo lejos, en lo alto de una montaña, al igual que Riace, éste en este caso se llamaba Placanica. Todo un descubrimiento, cuanta historia deben tener estos pueblos entre sus muros. Son laberínticos, de calles estrellas, pero con encanto. Las vistas desde lo alto del pueblo son impresionantes, como desde Riace. Se puede ver a lo lejos el mar. La vista de las montañas, cualquier rincón es un gran mirador. Después de hacer fotos como si fuéramos japoneses, nos dispusimos a buscar un sitio abierto para ver qué podíamos comer. En eso que veo a un señor muy mayor sentado en un banco, apoyado con su bastón. El señor tenía los ojos como llorosos y enrojecidos.
-Mi scusi, sai dove c’è un bar aperto per fare qualcosa da mangiare?
–Oggi penso che non ci sarà nulla aperto, è domenica.
–Oh, è vero, ho dimenticato che è domenica! Grazie, continueremo a cercare altrove. Buongiorno.
–Buongiorno...
Nos vamos a paso ligero en dirección al coche, el hambre nos azuzaba una cosa mala. Vamos en dirección a la playa de nuevo a la Nazionale… oh!, un bar pizzería pegado a la playa, y pone «aperto». Allá que vamos.
Nos emocionamos un poco al meternos sin más. Cuando nos quisimos dar cuenta vimos que no había nadie. Entramos y vemos a un chico detrás de la mesa. Nos miraba por encima de sus gafas, como embobado. Le pregunto si tienen algo para comer, y después de una mini pausa eterna de unos cuatro segundos asiente con la cabeza y nos dice que sí, que tienen platos calientes y paninis. ¡Bingo!
–Una birra e una cola.
–Adesso. ora mio padre è venuto, ti dirà che può mangiare.
Cogimos las bebidas y nos fuimos a una mesa afuera en la terraza. En esas que baja su padre, un señor con gafas y barba de cuatro días. Está claro, es el padre de la criatura. Nos presentamos, le preguntamos qué tiene para comer, si podía hacernos unos simples paninis (unos bocadillos). Me dice que sí, pero que tiene espaguettis de tal manera y de tal otra… nos hace la pantomima y los gruñidos de un jabalí para que supiéramos que la carne del plato típico de la casa es de jabalí. Le hablo en mi medio italiano y Simone en inglés. Él nos habla a medias entre italiano e inglés. A esto que nos dice que le esperemos y nos trae un diccionario viejísimo Italiano-Inglés, Inglés-Italiano para decirnos el nombre exacto de no se qué ingrediente. Pero no hacía caso de qué ingrediente se trataba, todavía estaba visualizando su pantomima del cochinillo jabalí. Tremendo. Al final le pedimos unos paninis y listo. Al rato nos los trae el chico y mientras comíamos, como si no hubiera un mañana, se nos acerca el cada vez más simpático señor, y empieza a divagar sobre la historia de Italia y de la región de Calabria en concreto. Me empieza a hablar de Garibaldi, de la aristocracia italiana, que se concentraba en el sur, igual que el dinero. De cómo un día cambió todo y se cambiaron las tornas, dejando al sur de Italia en la nada. Le comento sobre la peli del Gatopardo, que tenía algo que ver con lo que nos estaba contando… y así vamos entrelazando temas, como la independencia de Catalunya y entre otras cosas, de la pérdida de la identidad de un pueblo, ya que ahora viene gente de fuera de todas partes y se acaban perdiendo las tradiciones. Para entonces ya estaba relamiéndome y masticando el último bocado del bocadillo. Sobre lo último que comentó, es cierto. Hoy en día todo el mundo va de aquí a allá, ya parece que no perteneces a ningún sitio, yo mismo soy un buen ejemplo. La gente ya no se compra una casa y se queda ahí hasta los restos. La vida da muchas vueltas y como decía el poema de Goytisolo, «la vida te empuja», a moverte y a buscarte la vida, o buscar la vida, sin más.
Pagamos y nos despedimos. Queríamos darnos el que sin duda iba a ser el último baño del año. El resto ya es historia. Parada en Pizzo, otra vez nos pierde el gps una cosa mala para encontrar el último alojamiento cerca de Lamezia Terme para coger el vuelo de vuelta al día siguiente.

Durante el vuelo veo como una de las azafatas se descojona a la hora de ponerse a soltar el rollo típico de Ryanair de la lotto a dos euros por el telefonillo, en inglés. Era su primer día de trabajo, y además de eso, la única española, salvo un servidor. Spain is different. Definitivamente.
Pd: Todas las fotos son de un servidor.