Llevo unos días ya en España y vuelvo a encontrarme con esas pequeñas diferencias de cómo pasan estas fiestas unos y otros.
En España tienden a adornar sus casas con machaconas e intermitentes luces de Navidad, a veces no apta para epilépticos. En Alemania y Suiza por el contrario, y en la mayoría de los países del norte de Europa, los adornos, las luces navideñas son más sobrias, más elegantes. Velitas, estrellas con luces tenues. Con los mercados navideños pasa lo mismo, los Weinnachtsmarkt. En Alemania, en esos mercados sirven el famoso glühwein, el vino caliente con especias, algo que adoran los alemanes y suizos. También tienen bebidas alternativas como el lumumba, que no es otra cosa que ron con cacao y nata, calentito por supuesto. Pero además de las bebidas calientes para combatir el frío, tienen numerosos puestos de comida como el rösti mit apfelmus, el currywurst, la típica salchicha troceada con salsa de curry, el bratwurst y sus derivados y algo más peculiar, el blood wurst, la morcillas asadas y crujientes que se comen con una salsa especial. Porque esa es otra, a todas las comidas les echan sus correspondientes salsas. Suelen tomarlo en estos Weinachtsmarkt.
Pero no va a ser todo comer. También abundan los típicos puestecitos donde venden artesanías con motivos navideños. Gorros, guantes, calcetines de lana con pintorescos adornos, lámparas con motivos navideños… De alguna manera se vive la Navidad de otra manera, algo que a los extranjeros nos atrae por resultarnos algo diferente, bonito pero diferente.

Pero no sólo hay diferencias en Navidad, en la nochevieja igual. En Suiza, al menos donde vivía hasta hace bien poco, los últimos cinco días de diciembre, los pasaban tocando día y noche el Trychler, unos enormes cencerros que usan para espantar a los malos espíritus de cara al nuevo año. Le llaman el Übersitz. Los lugareños desfilan con los Trychler y tambores como si fuera una procesión, desafiando al frío invernal de Haslital, una de las regiones más auténticas del país del chocolate. En resumen se trata de tocar el Trychler día y noche, repostando en los distintos establecimientos del pueblo. Beber y tocar, tocar y beber, todo vale esos días, no hay horarios, el resto del año sí, ojito si haces algo fuera de los horarios marcados. Uno de esos cinco días van ataviados con máscaras, esas extrañas procesiones son fantasmagóricas, digno de ver, es especialmente famoso en Meiringen, el pueblo donde viví varios años. Pero lo más curioso, y ahí está la diferencia entre unas culturas y otras, es que el día de San Silvestre, el último día del año, no se celebra por la noche, finalizan sus fiestas y la gente esta agotada, despiden el año resacosos después de esos cinco días de fiesta.
Pequeño vídeo sobre los preparativos del Übersitz en Meiringen. Una de las fiestas tradicionales más conocidas en Suiza, donde sólo pueden participar los vecinos de Meiringen. Donde heredan los puestos para desfilar de padres a hijos y es todo un honor participar en una tradición tan antigua y arraigada en el pueblo.
Por el contrario, en Alemania, hay algunas diferencias frente a la nochevieja de España, no pueden faltar unos fuegos artificiales para dar la bienvenida al nuevo año. En otros países es algo normal también. En Barcelona y Catalunya, que yo sepa, no es una tradición, si acaso algo muy puntual como en Madrid o el espectáculo de pirotecnia musical que vienen haciendo los últimos años en Montjuich, en Barcelona
En fin, hay un sinfín de diferencias, como el Adventskranz, las coronas de adviento. Que no hacemos en España y allá por el norte es lo más normal, lo de encender una vela cada domingo hasta que llega la Navidad.
Esto lo explican mejor en Vente P´Alemania Pepe.
Cuando le cuentas a los alemanes que en España comemos las doce uvas en nochevieja, que es una tradición que da suerte, o que compramos la lotería de la Navidad, que cada décimo vale una pasta, y que todo el dinero recaudado, no va destinado a buenas acciones, que todo va a las arcas del Estado, pues no dan crédito a lo que oyen. En esto último tienen razón.
Para completar estos pequeños apuntes de diferentes tradiciones por estas fechas, decir que en estos días uno recibe y da muchos besos y abrazos, pero como siempre, en cada sitio lo hacen a su manera. Si aquí en España le plantas a cualquiera un par de besos y ya, o un abrazo en toda regla, en Suiza son de dar tres besos en la mejilla, normalmente acompañado antes de un apretón de manos. Eso es algo que se aprende nada más llegar a Suiza. Pues en Alemania parece ser que ni una cosa ni la otra. Lo de los dos besos no se lleva, lo de los tres tampoco. Se saluda o despide uno con una especie de abrazo que consiste en acercarse al sujeto a abrazar (el abrazable), a veces acompañado de un apretón de manos, una especie de medio abrazo, pero sin beso. Pueden imaginarse ustedes, con tanto mudarme de país, cuantas veces me han hecho la cobra tanto en un sitio como en otro, o viceversa. Ni el Bisbal y la Chenoa oiga.
En resumen. Donde fueres, haz lo que vieres.