De vuelta con Holanda. Aprovechamos un sábado que nos da tregua el mal tiempo para visitar el país vecino. En esta ocasión elegimos un destino nuevo, Kampen, una de las ciudades más antiguas del país. Situada en el centro de los Países Bajos, un poco tirando hacia el norte. Como toda ciudad holandesa que se precie, dispone de numerosos canales y pequeños puertos para amarrar todo tipo de barcos. Kampen nos gustó, pero se recorre fácilmente en un par de horas, es por eso que nos dirigimos al De Weerribben-Wieden National Park, lleno de marismas, una reserva natural donde no muy lejos de allá, se encuentra uno de los destinos más recurrentes para los turistas, sobre todo para los asiáticos, Giethoorn. Un pueblo lleno de canales y casas típicas holandesas que adornan sus jardines con infinidad de flores. El sitio está bien, pero pierde su encanto debido a la marabunta de sus visitantes que pasean y navegan por sus canales con las barquitas que previamente puedes alquilar. Es decir, no lo recomiendo. Por el contrario, visitar pueblos perdidos por aquella zona es todo un espectáculo, como admirar los inmensos llanos, de prados verdes donde pastan las vaquitas holandesas. No me canso de admirar lo cuquis que tienen sus casas.


Pero el verdadero descubrimiento del día fue Zwolle, una ciudad de algo más de 120.000 habitantes, situada a algo más al sur de Kampen, con un centro que se delimita con un gran canal en forma de estrella de David.


Elegimos la ciudad por su cercanía con Kampen, en busca de entretenimiento, y vaya si lo encontramos. El centro histórico tiene infinidad de tiendas, de locales nocturnos, plazas cuquis con todo el mundo en la calle. En fin, una ciudad con mucha vida pero muy relajante a la vez.
Una de las cosas que más me llamaron la atención es la existencia de un restaurante japonés dentro de una antigua iglesia en el casco histórico de la ciudad. Entramos a curiosear y era realmente llamativo ver a la gente comiendo dentro de la iglesia, escuchándose el eco típico de éstas. No sé, la oferta de ocio en general en las ciudades holandesas es más que notable. Si tuvieran más días de sol y mejor clima serían la leche.
Uno de nuestros pasatiempos preferidos durante nuestras visitas a Holanda es curiosear dentro de los grandes ventanales de las casas, donde se puede ver sin ningún esfuerzo la intimidad de la vida de las familias. En esos ventanales suelen espatarrarse con descaro sus gatos, en busca de los pocos rayos de luz solar que disfrutan al día. Como si fueran una parte más del mobiliario. Cuquis, adorables, para que todo el mundo pueda admirarlos.
Otro de los detalles que constatamos, y no es la primera vez que nos pasa, es que nos saluda la gente por la calle, con cortesía, porque sí. Ese detalle, de ver a la gente relajada y en general de buen humor, me llama mucho la atención. Eso quiere decir, y lo notamos solo con pasar la frontera de Alemania a Holanda, que el país funciona. Sus instalaciones son nuevas y modernas, la gente tiene trabajo y parece que está contenta con su vida. Eso hace que la gente sea más empática con el resto y salude y sonría sin más.